La Señora Clara y El Jardín de los Recuerdos



En un pequeño pueblo de Argentina, había una señora mayor llamada Clara. Tenía un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores. Las mariposas revoloteaban felices mientras los niños del barrio corrían a su casa, atraídos por los colores vibrantes y el dulce aroma de las flores.

Un día, mientras Clara cuidaba de sus plantas, un grupo de niños se acercó a ella.

"¡Hola, señora Clara!" - gritaron los niños.

"¡Hola, mis pequeños jardineros! ¿Quieren ayudarme a regar las flores?" - respondió Clara con una sonrisa.

Los niños asintieron entusiasmados y comenzaron a correr por el jardín, riendo y jugando mientras regaban las plantas. Clara siempre disfrutaba de su compañía, así que les contaba historias sobre cada flor.

"Esta es la Rosa de la Amistad. Siempre florece en primavera, igual que nuestras amistades, que crecen en buenos momentos" - explicó Clara, acariciando una rosa de un rojo brillante.

"¿Y qué hay de esta otra?" - preguntó Lucas, un niño curioso.

"Esa es la Flor del Recuerdo. Crece en honor a las personas que han dejado huella en nuestras vidas. Cada vez que veo una, pienso en todos aquellos que he querido." - dijo Clara, con una mirada melancólica.

Los niños la miraron con atención, sin entender del todo lo que significaba.

Al día siguiente, Clara notó que se sentía más cansada que de costumbre. Pero, a pesar de eso, decidió salir al jardín como siempre. Se sentó en su banco favorito y sonrió mientras los niños llegaban nuevamente.

"¿Qué nos contarás hoy?" - preguntó Valentina, salpicando agua de la regadera en el aire.

"Hoy quiero hablarles de algo especial. Se llama eutanasia" - dijo Clara, observando el interés en sus ojos.

"¿Qué es eso?" - preguntó Lucas, moviendo la cabeza con confusión.

"Es cuando una persona decide, junto a sus seres queridos, que ya no quiere seguir sufriendo, y realiza una acción para irse en paz, como si se fuera a un nuevo jardín lleno de flores. Es un tema serio, pero a veces necesario" - explicó Clara con dulzura.

Los niños se quedaron en silencio, asimilando las palabras de su amiga. En su rostro se reflejaba la curiosidad y también un poco de tristeza.

"¿Y tú, señora Clara, alguna vez has pensado en eso?" - preguntó Valentina, con los ojos muy abiertos.

"Sí, querida. A veces pienso en que si mi tiempo llega, quisiera irme como las flores, en paz y rodeada de amor." - dijo Clara, mirando el cielo.

Los niños, preocupados, comenzaron a murmurar entre ellos.

"Pero, ¡no queremos que te vayas!" - exclamó Lucas, con lágrimas en los ojos.

"Yo tampoco quiero irme, pero a veces la vida nos enseña que hay que dejar ir para que otros puedan florecer" - respondió Clara.

Cada palabra de Clara resonaba en sus corazones, y decidieron hacer algo especial para ella. Al día siguiente, los niños llegaron con un gran ramo de flores.

"¡Mirá, señora Clara! Trajimos flores para ti, como agradecimiento por todos tus cuentos" - dijo Valentina, entregándole el ramo.Cada niño trajo una flor diferente, y juntas formaban un hermoso conjunto.

"Son maravillosas, igual que ustedes. Gracias por hacerme sentir querida" - respondió Clara, con lágrimas en los ojos.

Pasaron los días y Clara se sentía más cansada. Un sábado, mientras los niños estaban jugando en el jardín, Clara decidió hablarles nuevamente.

"Quiero que recuerden que la vida es un ciclo, como el jardín. Las flores nacen, crecen, a veces se marchitan y dan lugar a nuevas. Todo es parte del proceso" - explicó Clara, con ternura.

"Siempre estaré en sus corazones, como cada flor que cuidan aquí" - agregó, mirando a cada uno.

Los días siguieron pasando y una tarde, Clara se sentó en su banco por última vez. Con el corazón lleno de recuerdos, sonrió a los niños que jugaban a su alrededor.

"Siempre llevaré sus risas conmigo, y siempre estaré en este jardín, en cada flor que cuidan" - les dijo, antes de cerrar los ojos por un momento.

Cuando los niños se dieron cuenta de que Clara no despertaba, comprendieron que su amiga había encontrado la paz.

Lloraron, porque la extrañaban, pero también se sintieron agradecidos por todo lo que habían compartido. Así, decidieron cuidar del jardín, como Clara les había enseñado, recordando siempre las lecciones sobre el amor y el ciclo de la vida.

Con el tiempo, el Jardín de los Recuerdos se convirtió en un lugar especial donde los niños pasaban horas contando historias sobre la señora Clara, las flores y sobre lo que significa dejar ir a quienes amamos en paz. Y aunque Clara ya no estaba físicamente, su espíritu seguía presente en cada color y en cada aroma que florecía.

FIN.

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