La Señora Mala y la Transformación de Juanito
Había una vez un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde vivían muchas personas felices y amables. Pero había una señora muy mala y altanera que decidió visitar el pueblo con la intención de causar problemas y sembrar discordia.
La señora mala alta llegó al pueblo con su nariz en alto y mirando a todos por encima del hombro.
Al principio, los habitantes de Villa Esperanza intentaron ser amables con ella, pero pronto descubrieron que no importaba lo que hicieran o dijeran, siempre encontraba algo para criticar. Un día, la señora mala alta decidió ir a la plaza del pueblo para ver si podía encontrar algo que le gustara.
Allí se encontró con un grupo de niños jugando juntos y riendo felices. - ¿Qué es esto? - preguntó la señora mala alta con desprecio - ¿Por qué están haciendo tanto ruido? Los niños se detuvieron en seco cuando oyeron las palabras de la mujer malvada.
Se sintieron avergonzados e incómodos por su presencia. - Señora, estamos jugando - dijo uno de los niños tímidamente. - Jugar es una pérdida de tiempo - respondió ella con desdén - Deberían estar estudiando o haciendo algo productivo.
Los niños bajaron sus cabezas tristes mientras la señora mala alta seguía caminando por la plaza en busca de más cosas para criticar.
Pero entonces ocurrió algo inesperado: un joven llamado Juanito se acercó a ella valientemente y le habló sin temor:- Señora, creo que debería reconsiderar lo que está diciendo. Jugar es importante para nosotros, nos ayuda a ser más creativos y felices. Además, estudiamos mucho en la escuela y merecemos un poco de diversión.
La señora mala alta se quedó sorprendida. Nadie nunca le había hablado así antes. Pero en lugar de responder con ira o desprecio, decidió pensar un poco sobre lo que Juanito le había dicho.
Después de ese día, la señora mala alta empezó a ver las cosas de manera diferente. Empezó a interactuar más con los habitantes del pueblo y descubrió que podía ser feliz si dejaba atrás su actitud altanera y crítica.
A medida que pasaba el tiempo, la señora mala alta se convirtió en una persona amable y generosa. Los niños del pueblo estaban encantados de jugar con ella y los adultos apreciaban su nueva actitud positiva.
Y así fue como Villa Esperanza se convirtió en un lugar aún más feliz gracias a la valentía de Juanito al hablarle sinceramente a la señora mala alta. A veces solo necesitamos recordar que todos somos humanos y podemos aprender unos de otros si estamos dispuestos a escuchar con atención.
FIN.