La servilleta aventurera



Era un día soleado y perfecto para salir de casa y disfrutar del aire libre.

Sara, su papá, su mamá, su hermana pequeña y sus mascotas, el gato Tito y el perro Rocky, decidieron hacer un picnic en la plaza del barrio. Llegaron temprano para encontrar un buen lugar bajo la sombra de los árboles. Mientras papá armaba la manta en el suelo, mamá preparaba los sándwiches y la ensalada.

La hermana pequeña se divertía jugando con Tito, que maullaba feliz mientras perseguía una mariposa. Rocky olisqueaba todo a su alrededor buscando algún hueso perdido. Cuando todo estuvo listo, se sentaron a comer juntos mientras disfrutaban del cálido sol de primavera.

De repente, una brisa fuerte sopló y voló la servilleta de mamá hasta el otro lado de la plaza. -¡Oh no! -exclamó mamá-. ¿Cómo voy a recuperarla? -No te preocupes -dijo Sara-. Yo iré por ella.

Sara corrió tras la servilleta mientras Tito intentaba seguirla saltando entre las flores del parque. Pero cuando llegó al otro lado de la plaza se encontró con una sorpresa inesperada: había un grupo de niños llorando junto a una bicicleta rota.

-¿Qué ha pasado? -preguntó Sara preocupada. -Un chico mayor nos empujó mientras andábamos en bici -señaló uno de los niños-. Ahora mi rueda está pinchada y no podemos seguir jugando. Sara miró alrededor buscando al chico mayor, pero no lo encontró.

Entonces decidió ayudar a los niños. -¿Y si les ayudo a arreglar la bici? -propuso Sara-. Mi papá sabe mucho de mecánica y seguro que puede ayudarnos.

Los niños se emocionaron ante la idea y siguieron a Sara hasta donde estaban sus padres. Papá aceptó encantado el desafío y juntos repararon la rueda pinchada. Cuando terminaron, los niños estaban tan felices que invitaron a Sara y su familia a jugar con ellos en el parque.

Así que todos juntos pasaron una tarde maravillosa jugando al fútbol, columpiándose en los juegos infantiles y corriendo por el césped.

Al final del día, cuando llegó la hora de irse, Sara se dio cuenta de algo importante: había sido un día especial porque había aprendido que siempre podía hacer algo bueno por alguien más. Y así fue como ese picnic en la plaza se convirtió en una aventura inolvidable para toda la familia.

FIN.

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