La siesta mágica de Clara y Martín


Había una vez una mamá llamada Clara y su bebé, Martín. Era la hora de la siesta y ambos estaban listos para descansar un rato en la acogedora habitación de Martín.

Clara llevó a Martín en brazos hasta la cuna, lo arropó con su mantita favorita y le cantó una dulce canción para que se relajara. Martín bostezaba mientras sus ojitos comenzaban a cerrarse lentamente.

"Dulces sueños, mi amor", dijo Clara dándole un tierno beso en la frente antes de salir de la habitación y dejarlo descansar. Martín se acomodó entre sus peluches y poco a poco se fue quedando dormido. Sin embargo, algo inesperado sucedió: uno de los peluches cobró vida.

Era Osito, el osito de peluche favorito de Martín. Osito miró a su alrededor y al ver que Martín estaba profundamente dormido, decidió emprender una aventura por la habitación.

Se deslizó por las sábanas hasta llegar al borde de la cuna y saltó al piso con cuidado para no hacer ruido. "¡Qué emoción! ¡Es mi oportunidad de explorar el mundo fuera de la cuna!", pensaba Osito mientras recorría cada rincón del cuarto con curiosidad.

Mientras tanto, Clara se sentó en el sillón del living con una taza de té caliente. Estaba cansada pero feliz de ver a su pequeño dormir plácidamente. De repente, escuchó un leve ruido que provenía del cuarto de Martín.

Intrigada, se levantó sigilosamente y abrió la puerta despacio. Para su sorpresa, vio a Osito correteando por el piso e investigando todo a su paso. "¡Pero qué travieso eres! ¿Cómo has salido de la cuna?", exclamó Clara divertida mientras recogía a Osito entre sus manos.

Osito miraba a Clara con sus brillantes ojitos negros y ella no pudo resistirse a sonreír ante tanta travesura. Decidió llevarlo nuevamente junto a Martín antes de que este despertara y notara su ausencia.

Una vez más en la cunita, Osito se acurrucó junto a Martín sin hacer ningún ruido. Clara los observaba desde la puerta con ternura antes de regresar al living para terminar su té.

A partir de ese día, Osito seguía siendo el fiel compañero de juegos diarios entre siestas para Martín. Y aunque nunca volvió a cobrar vida como aquella vez especial, siempre estuvo presente en las aventuras infantiles del pequeño niño que adoraba contarle secretos antes de dormir.

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