La silla mágica de Sofía



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Sillas, una silla muy especial llamada Sofía. Sofía era diferente a todas las demás sillas del pueblo, tenía colores brillantes y un diseño único.

Era la favorita de todos los niños del lugar. Un día, los niños decidieron hacer una competencia para ver quién podía saltar más alto desde la silla de Sofía. Todos estaban emocionados y ansiosos por participar en esta divertida actividad.

Pero había un niño llamado Mateo que estaba preocupado. Mateo era el chico más grande y pesado de su clase. Siempre se sentaba en las sillas con mucho cuidado porque temía romperlas.

Aunque todos le decían que no se preocupara, él no podía evitar sentirse inseguro. Cuando llegó el día de la competencia, todos los niños formaron una fila detrás de Sofía para comenzar a saltar.

Uno a uno fueron saltando desde la silla y cayendo al suelo con risas y aplausos. Finalmente llegó el turno de Mateo. Estaba tan nervioso que incluso temblaba un poco mientras subía a la silla. Miró hacia abajo y vio cómo sus pies apenas tocaban el suelo cuando estaba sentado en ella.

"¿Estás listo, Mateo?" -preguntó uno de los niños desde abajo. Mateo asintió con timidez y cerró los ojos antes de dar un gran salto al vacío desde lo alto de Sofía.

Pero algo inesperado ocurrió: ¡la silla no resistió el peso! Se rompió en pedazos bajo el impacto del salto de Mateo, quien cayó al suelo con un gran estruendo.

El pueblo entero quedó en silencio por unos segundos, hasta que todos corrieron hacia Mateo para asegurarse de que estaba bien. Afortunadamente, solo había sufrido algunos rasguños y moretones. Todos se disculparon con Mateo por no haber pensado en su peso antes de hacer la competencia.

Le dijeron que no importaba cuánto pesara, lo importante era que él era valioso y especial tal como era. A partir de ese día, los niños aprendieron una lección muy importante: nunca juzgar a alguien por su apariencia o sus limitaciones.

Aprendieron a ser más considerados y comprensivos con los demás. Mateo también aprendió algo valioso: no debía dejar que sus miedos o inseguridades lo detuvieran. Descubrió que tenía el poder de superar cualquier obstáculo si creía en sí mismo.

Después del incidente, Sofía fue reparada y volvió a ser la silla favorita de los niños. Pero ahora, cada vez que alguien quería saltar desde ella, todos se aseguraban de preguntar si estaban listos y cómodos para hacerlo.

Así es como Villa Sillas se convirtió en un lugar donde todos eran respetados y valorados sin importar sus diferencias. Y todo comenzó gracias a la silla que no resistió el peso, pero enseñó una lección invaluable a todos los habitantes del pueblo.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!