La Silla Verde



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Colorín, una silla verde que se encontraba en el centro de una plaza muy frecuentada por los niños. Esta silla, aunque pareciera común a simple vista, tenía un gran secreto: cada vez que alguien se sentaba en ella y deseaba con fuerza, la silla cumplía un deseo.

Un día, una niña llamada Sofía, que siempre pasaba por allí con su perro Toby, decidió probar la silla. Se acercó despacito, se sentó y dijo en voz alta:

"Deseo que todos los niños del pueblo tengan juguetes para jugar."

Al instante, una lluvia de juguetes empezó a caer del cielo. Pelotas, muñecas, camiones y rompecabezas llenaron la plaza. Los niños corrieron riendo y saltando, felices de ver tantos regalos. Pero Sofía se dio cuenta que, al estar todos esos juguetes en la plaza, la gente comenzó a olvidarse de jugar juntos, ya que todos estaban ocupados jugando con sus juguetes nuevos.

Entonces, Sofía decidió volver a la silla verde. Esta vez, se sentó y pensó bien su deseo:

"Deseo que todos los niños se unan para jugar y compartir."

Como respuesta, la plaza se llenó de música y luces, y los juguetes mágicamente se unieron, creando nuevos juegos. La pelota comenzó a rodar hacia un grupo, las muñecas comenzaron a bailar, y los niños unieron sus fuerzas para jugar al fútbol y otros juegos. Todos se reían y compartían momentos felices.

Después de un tiempo, una niña nueva en el pueblo, llamada Valentina, se unió al grupo con un brillo de tristeza en sus ojos. Nadie la había incluido. Sofía la vio y sintió algo en su corazón. Así que corrió hacia ella y le dijo:

"¡Ven! Aquí hay un lugar para vos."

Valentina sonrió y aceptó la invitación. Juntas comenzaron a jugar y a contar historias, y poco a poco, más niños se acercaron a unirse. La plaza volvió a llenarse de alegría y diversión, y la risa resonaba por todos lados.

Unos días después, mientras muchos seguían disfrutando del juego, Sofía decidió que era momento de usar la silla de nuevo. Se acercó y se sentó con determinación:

"Deseo que siempre tengamos un lugar donde todos seamos bienvenidos."

La silla vibró y un brillo verde la rodeó. De repente, la plaza se transformó en un mágico espacio de juegos con arcos de colores, una pista de patinaje, un pequeño escenario para dramatizaciones, y otros para jugar.

Los niños miraron asombrados.

"¡Wow! Esto es increíble!"

"Podemos hacer una fiesta aquí cada semana!" dijo otro niño.

Desde ese día, cada semana, los niños de Colorín se reunían en la plaza para disfrutar de días llenos de juegos, risas y aventuras. Cada vez que alguien necesitaba un deseo, se acercaban a la silla verde y pensaban con el corazón, convirtiendo el lugar en la esquina más feliz del pueblo.

Así, Sofía, junto a sus amigos, aprendió que en la verdadera alegría, el secreto estaba en compartir y hacer que cada niño se sintiera incluido. Y así, la silla verde no solo fue un lugar mágico, sino que se convirtió en el símbolo de la amistad y la unidad en Colorín, un recordatorio de que los mejores deseos son aquellos que se comparten.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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