La Silla Verde de Miriele
En un pequeño barrio, donde la risa de los niños resonaba como música, vivía Miriele, una niña curiosa y aventurera. Tenía una silla verde en su habitación, que había pertenecido a su abuela. Era una silla vieja, pero Miriele le tenía un cariño especial, pues creía que guardaba historias mágicas.
Un día, mientras estaba sentada en la silla, sintió un cosquilleo en su espalda.
"¿Qué fue eso?" - se preguntó, mirando a su alrededor. Al girarse, vio que la silla había comenzado a brillar.
"¡Mirá, Miriele!" - exclamó su gato, Lucho, que estaba a su lado. "Está iluminada, ¿qué significa?"
"No lo sé, pero algo emocionante va a ocurrir" - respondió Miriele con una sonrisa.
De repente, un suave susurro salió de la silla.
"Miriele, Miriele, ven, te estoy esperando..." - decía la voz.
"¡Vaya! ¿Se me está hablando a mí?" - preguntó Miriele, intrigada.
"Sí, soy la Silla Verde de los Deseos" - respondió la voz. "Pídeme algo y lo haré realidad."
Miriele pensó por un momento. Le encantaba ir a aventuras, así que decidió pedir algo especial.
"¡Quiero explorar un mundo lleno de colores y criaturas mágicas!"
La silla comenzó a girar lentamente, iluminándose aún más.
"¡Sujétate fuerte!" - advirtió Lucho, mientras ambos eran absorvidos por un remolino de luces brillantes.
Cuando todo se detuvo, Miriele se dio cuenta de que no estaba en su habitación. A su alrededor había un bosque deslumbrante, repleto de árboles de colores vibrantes y flores que brillaban como estrellas.
"¡Esto es increíble!" - gritó Miriele, corriendo hacia un arbusto que mostraba frutas que parecían caramelos.
Lucho la siguió con sus patitas inquietas.
"¡Espera, Miriele! No te alejes tanto" - le dijo, aunque su voz estaba llena de emoción.
Mientras exploraban, encontraron un río de aguas cristalinas donde nadaban peces dorados. Miriele y Lucho decidieron caminar por la orilla y, al llegar a una gran cueva, escucharon ruidos dentro.
"¿Deberíamos entrar?" - preguntó Miriele, un poco nerviosa.
"¡Sí! La curiosidad es parte de la aventura." - le respondió Lucho con valentía.
Entraron a la cueva y encontraron a un grupo de criaturas mágicas atrapadas. Era un grupo de pequeños duendes que habían perdido su camino.
"¡Ayúdennos, por favor!" - suplicó uno de los duendes, asustado.
"¿Qué pasó?" - inquirió Miriele.
"Estábamos recolectando estrellas para nuestra fiesta, pero nos desviamos y quedamos atrapados aquí." - explicaron los duendes, desesperados.
Miriele miró a Lucho, pensativa.
"Podemos sacar a los duendes de la cueva. Tal vez la Silla Verde pueda ayudarnos nuevamente" - sugirió.
"¡Buena idea!" - contestó Lucho. "Podemos pedirle a la silla que nos muestre cómo liberar a los duendes."
Miriele se concentró y, con un tono fuerte, dijo:
"Silla Verde, por favor, necesitamos tu ayuda para liberar a estos duendes. ¡Danos un consejo!"
En ese instante, la Silla Verde apareció ante ellos, emanando luz.
"Para liberar a los duendes, debes reunir los cuatro colores del arcoíris que están escondidos en el bosque. Solo entonces, podrán encontrar el camino a casa."
"¡Vamos, Lucho!" - gritó Miriele, emocionada.
Recorrieron el bosque en busca de los colores. En cada rincón, hubo desafíos que superar: hacer reír a un árbol que no pudo sonreír, encontrar una flor que cantaba, y ayudar a una mariposa que se cayó.
"Increíble, Miriele, estamos cerca de encontrar todos los colores!" - exclamó Lucho al ver cómo el arcoíris comenzaba a brillar.
Con esfuerzo y trabajo en equipo, finalmente lograron recoger los cuatro colores: rojo, amarillo, azul y verde.
"Lo logramos, ahora volvamos al río y se los daremos a los duendes" - dijo Miriele, llena de alegría.
Al llegar al río, los duendes estaban agradecidos y emocionados.
"¡Lo hicieron! ¡Nos ayudarán a regresar!" - gritó el duende líder, tomando los colores.
Con un movimiento de sus manos, los duendes comenzaron a bailar y a cantar, creando un mágico portal que los llevó de vuelta a su hogar.
"Gracias, Miriele y Lucho. Han salvado nuestra fiesta y nuestras vidas. ¡Siempre serán bienvenidos en el reino de los duendes!" - dijeron mientras desaparecían en una bruma de luces.
"¡Nunca olvidaré esta aventura!" - exclamó Miriele mientras la Silla Verde la guiaba de regreso a su hogar.
Cuando finalmente regresaron, Miriele miró al gato Lucho y sonrió.
"Fue increíble, ¿verdad? ¿Deberíamos contarles a todos?" - preguntó.
"¡Sí! Pero recuerda, los mejores secretos son aquellos que se comparten solo con los verdaderos amigos" - dijo Lucho, guiñándole un ojo.
Esa noche, mientras Miriele se dormía en su silla verde, soñó con mares de colores y criaturas mágicas, sabiendo que la verdadera magia está en la amistad y en vivir grandes aventuras.
Así, la Silla Verde de Miriele no solo se convirtió en su lugar especial, sino que también guardó los recuerdos de un viaje inolvidable lleno de valentía, trabajo en equipo y sobre todo, mucha diversión.
FIN.