La sinfonía de Atrapa-Sonidos
En un pequeño pueblo situado al pie de una imponente montaña, vivía un misterioso personaje conocido como Atrapa-Sonidos.
Este ser habitaba en una oscura cueva en lo alto de la montaña, y su presencia había sembrado el temor entre los habitantes del pueblo. Se decía que Atrapa-Sonidos salía por las noches para robarles la voz a quienes se aventuraban cerca de su morada.
Los lugareños evitaban acercarse a la cueva y susurraban historias escalofriantes sobre Atrapa-Sonidos, creando así una atmósfera de miedo y desconfianza en el pueblo. Sin embargo, nadie sabía a ciencia cierta quién era este enigmático ser ni cuál era su verdadero propósito.
Un día, dos valientes amigos llamados Martina y Lucas decidieron enfrentar sus miedos y descubrir la verdad detrás de Atrapa-Sonidos. Decidieron subir juntos la montaña hasta llegar a la cueva donde se rumoreaba que habitaba el temible ser.
Al adentrarse en la oscuridad de la cueva, Martina y Lucas escucharon extraños sonidos que resonaban en las paredes. De repente, apareció ante ellos Atrapa-Sonidos, un ser alto y delgado con largos cabellos oscuros que parecían danzar al ritmo del viento.
"¿Qué hacen aquí intrusos?", dijo Atrapa-Sonidos con voz grave pero amable. "Venimos en paz", respondió Martina con valentía. "Queremos saber por qué atemorizas a nuestro pueblo".
Atrapa-Sonidos les explicó que no robaba voces como todos pensaban, sino que coleccionaba sonidos para crear una bella sinfonía que pudiera deleitar a todos los habitantes del pueblo. Les mostró su colección de sonidos: el canto de los pájaros al amanecer, el murmullo del arroyo que descendía por la montaña, el susurro del viento entre los árboles...
Martina y Lucas quedaron maravillados al escuchar la melodiosa sinfonía creada por Atrapa-Sonidos. Se dieron cuenta de que habían juzgado erróneamente a este ser único y especial. "Perdónanos por haber temido tu presencia", dijo Lucas avergonzado.
"No hay nada que perdonar", respondió Atrapa-Sonidos con una sonrisa. "Comprendo vuestro temor, pero mi intención siempre fue traer alegría a través de mis creaciones".
Desde ese día, Martina y Lucas visitaban regularmente a Atrapa-Sonidos en su cueva para escuchar las hermosas sinfonías que componía con tanto amor y dedicación. El resto del pueblo también aprendió a valorar el arte único de este singular personaje, dejando atrás el miedo infundado para dar paso a la admiración y el respeto hacia Atrapa-Sonidos.
Y así, gracias al valor y la comprensión de dos jóvenes amigos, Atrapa-Sonidos pudo compartir su don especial con todo el pueblo, llenando sus corazones de música y armonía para siempre jamás.
FIN.