La Sinfonía de la Selva



En lo más tupido de la selva, donde el sol apenas alcanzaba a brillar entre las hojas y las ramas, vivía una comunidad de animales extraordinarios. Cada uno de ellos tenía su propio sonido, y cada sonido tenía un significado especial. En un rincón de la selva, la pequeña rana Rita croaba alegremente, mientras que el fuerte rugido del león Lucas reverberaba en la distancia. Todos estaban conectados por una sinfonía de sonidos que se entrelazaban con la vida de la selva.

Un día, la selva se despertó con un bullicio inusual. "¡Hay algo raro hoy!"- dijo la tortuga Tita, mientras se movía lentamente hacia el claro. "¡Hoy es el día del Festival de los Sonidos!"- exclamó el loro Leo, volando emocionado entre las ramas. "Cada uno de nosotros debe mostrar la belleza de nuestro sonido y lo que contribuimos a la selva"- añadió el colibrí Cora, revoloteando por encima de los demás.

"Yo soy fuerte y protector"- rugió Lucas. "Sin mí, los más pequeños no se sentirían seguros"- agregó con confianza.

"¡Eso es cierto!"- croó Rita. "Pero también soy ágil y rápida. En los días de lluvia, puedo saltar de hoja a hoja y ayudar a otros a encontrar refugio"- dijo, dando saltitos contenta.

Mientras tanto, en la sombra de un árbol gigante, la sabana esperaba su turno. "Yo soy sombra y frescura en los días calurosos"- murmulló la serpiente Sil, deslizándose entre las raíces. "Sin mí, muchos animales se deshidratarían."

Los animales se turnaron en el festival, y fue entonces cuando apareció un nuevo personaje. Era el zorro Zico, un forastero que también quería participar. Sin embargo, cuando llegó, lo hizo con un sonido poco familiar, un chillido agudo que asustó a algunos de los animales.

"¿Qué estás haciendo aquí?"- le preguntó Lucas, mostrando un poco de desconfianza.

"Vengo en paz. Quiero mostrarles mi sonido, aunque no se parezca a los suyos"- explicó Zico, con un brillo en sus ojos.

Los animales se miraron entre sí, sin saber qué pensar. Zico intentó hacer su sonido de nuevo. "¡Quiii!"- hizo, y aunque era extraño, también tenía un ritmo alegre. Pero los animales no estaban convencidos.

"Quizás no encajes aquí"- le aceleró Cora, aunque su corazón se sentía un poco pesado por las palabras que había dicho.

La selva, por un momento, se llenó de tensión. Sin embargo, la bondadosa Tita decidió intervenir. "Espera, podemos darle una oportunidad. Todos tenemos algo único que ofrecer. Tal vez su sonido sea diferente, pero eso no significa que no sea especial."

Los animales reflexionaron sobre las palabras de Tita. "¡Claro!"- rugió Lucas, pero su voz era más suave ahora. "Cada uno de nosotros tiene un valor. Zico, ¿qué haces en tu hogar?"-

Zico, emocionado, respondió: "En mi hogar, ayudo a los otros animales a encontrar comidas que se camuflan. ¡Y a veces, mi sonido los hace reír!"-

"Entonces eso es invaluable"- dijo Rita, mientras todos comenzaron a darse cuenta de lo importante que era cada sonido en la selva.

Finalmente, cada animal mostró su sonido y la selva se llenó de una melodía hermosa. Lucas rugía, Rita croaba, Cora zumbaba y Zico chillaba. Juntos, crearon la Sinfonía de la Selva, una orquesta única y armoniosa que mostró que todos tenían un papel vital que jugar.

"Hoy aprendí que todos somos diferentes, pero juntos hacemos un todo maravilloso"- exclamó Leo, radiante.

Desde ese día, la selva se volvió un lugar de unidad y aceptación. Cada sonido era celebrado y cada animal, sin importar cuán diferente fuera, encontró un lugar en el corazón de la selva.

Al final del festival, todos aprendieron que la diversidad es lo que hace que su hogar sea tan especial y que la verdadera amistad se basa en el respeto y la aceptación.

FIN.

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