La Sinfonía del Huerto



En una pequeña escuela de un barrio lleno de colores y risas, había un hermoso huerto escolar donde los alumnos cultivaban frescas verduras y flores. Cada clase tenía su propio rincón en el huerto, pero había un grupo especial, los de cuarto grado, que pensaban que sus plantas eran las más especiales. Los niños soñaban con crear una gran fiesta al final del año, donde todo el mundo pudiera disfrutar de las delicias del huerto y de una música increíble.

Un día, la maestra de música, la señora Clara, entró al aula con una sonrisa brillante. Llevaba su violín bajo el brazo y un cuaderno lleno de partituras.

"¡Hola, chicos! Hoy vamos a hablar sobre cómo la música y la naturaleza pueden trabajar juntas para crear algo maravilloso" - dijo la maestra.

Los alumnos la miraron intrigados.

"¿Cómo es eso, señora Clara?" - preguntó Sofía, una niña con largas trenzas.

"¡Muy fácil! Cada planta en nuestro huerto tiene su propio sonido y ritmo. ¿Alguna vez escucharon el viento soplar entre las hojas? Eso es música. Hoy vamos a aprender a identificar esos sonidos y transformarlos en una sinfonía."

Los alumnos se miraron unos a otros, emocionados por el desafío. Justo en ese momento, Lucas, un niño inquieto y soñador, levantó la mano.

"¿Podemos usar instrumentos de verdad, como el tambor o la flauta?" - preguntó con entusiasmo.

"Claro, usaremos lo que tengan a mano. Pero primero, necesitamos conocer las notas musicales de nuestras plantas. Vamos a salir al huerto y escuchar."

Los niños se entusiasmaron y salieron corriendo al huerto. Una vez allí, cerraron los ojos y escucharon con atención. Podían oír los pájaros cantar, el susurro del viento y el suave murmullo de las hojas.

"Escuchen, ese murmullo me suena como un suave piano" - dijo Mateo, emocionado.

"Y el canto de las aves puede ser una flauta" - agregó Ana.

Después de un rato de escucha atenta, decidieron dividirse en grupos y cada uno se encargaría de un instrumento musical. Mientras sembraban tomates, lechugas y flores, tocaban, golpeaban y hacían música con lo que encontraban.

"Vamos a hacer un tambor de barro con estas macetas" - sugirió Lucas, y todos comenzaron a tocar juntos, creando un ritmo contagioso.

Cada día, el huerto se convertía en un lugar mágico de música. Las plantas crecían felices, llenas de energía, y los niños aprendían sobre el cuidado del medio ambiente y de la importancia de la biodiversidad. Cuando llegó la época de cosecha, decidieron que era el momento perfecto para su gran fiesta.

Mientras preparaban la fiesta, ocurrió algo inesperado. Una tormenta se acercaba, y todos se preocuparon por la música y los cultivos que tanto habían cuidado.

"¡No, no puede ser! Todo nuestro trabajo se va a arruinar" - gritó Ana, con lágrimas en los ojos.

"No se desanimen. Si juntos cuidamos el huerto, quizás podamos proteger nuestras plantas" - dijo la señora Clara. "Vamos a hacer un paraguas gigante con lonas y caños. Pidamos ayuda a todos."

Los niños se unieron y rápidamente comenzaron a hacer lo que podían. Con ayuda de sus familias, formaron una gran carpa que protegería su cosecha y su música.

La tormenta llegó y pasó, pero su esfuerzo valió la pena. Una vez que el sol salió, el huerto había sobrevivido, y la música también estaba lista para la fiesta. El día del evento, invitaron a todos los padres y vecinos. Había un hermoso mural hecho de dibujos de los niños, sus instrumentos y, por supuesto, una rica comida de sus propias cosechas.

"¡Bienvenidos a la Sinfonía del Huerto!" - anunció Lucas, alzando su tambor.

La fiesta fue un éxito y todos disfrutaron de la música que los niños habían creado, aunque no era perfecta, se sentía llena de amor y esfuerzo. Al final, el huerto no solo dio frutas y verduras, sino también un sentido de comunidad y alegría.

"La música y la naturaleza están juntas en todo lo que hacemos, y así creamos algo maravilloso" - concluyó la señora Clara sonriendo.

Así, los frutos de su trabajo no solo fueron comestibles, sino también melodiosos. Todos aprendieron que con esfuerzo, amor y solidaridad, se puede transformar cualquier sueño en realidad. Y así, la Sinfonía del Huerto se convirtió en una hermosa tradición que recordaría a los niños la importancia de cuidar la tierra y celebrar la música.

FIN.

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