La Sinfonía del Pueblo Lejano



En un pueblo lejano, escondido entre colinas y rodeado de flores silvestres, había un viejo taller lleno de instrumentos musicales. Entre ellos se encontraban una guitarra polvorienta, un acordeón brillante y un violín reluciente. Sin embargo, había un problema: ninguno de ellos había sido utilizado jamás. Los instrumentos se sentaban en un rincón, tristes y olvidados, esperando que alguien los tocara y les diera vida.

Un día, dos niños del pueblo, Lía y Mateo, decidieron explorar el taller del anciano Don Ciriaco, el constructor de esos magníficos instrumentos. Lía, una niña curiosa y valiente, siempre había soñado con la música, mientras que Mateo, su amigo, tenía una alegría contagiosa.

- “¿Qué habrá en este lugar tan misterioso? ” - preguntó Lía mientras abría la puerta del taller.

- “¡Vamos a descubrirlo! ” - respondió Mateo con entusiasmo.

Al entrar, se maravillaron al ver los instrumentos.

- “Mirá, Lía, una guitarra y un acordeón, ¡qué hermosos! ” - exclamó Mateo, mientras sus ojos brillaban de emoción.

- “Y un violín, ¡no puedo creerlo! ¡Tienen que tocar! ” - insistió Lía.

Sin embargo, ambos niños nunca habían aprendido a tocar un instrumento. Mientras dudaban, apareció Don Ciriaco, un anciano de barba canosa y ojos chispeantes.

- “Hola, chicos. Veo que han encontrado mis instrumentos. ¿Les gustaría saber tocarlos? ” - les preguntó con una sonrisa amable.

- “¡Sí, por favor! ” - respondieron al unísono.

Don Ciriaco les explicó que para tocar la música, se necesitaba práctica, pero que lo más importante era tener pasión. Así que decidió enseñarles. Los niños se sentaron frente a él mientras él comenzaba a tocar el acordeón. Su música llenó el espacio, y los instrumentos comenzaron a vibrar de alegría.

- “¡Guau, eso suena increíble! ” - dijo Lía, moviendo los pies al ritmo de la melodía.

Las clases comenzaron, y a medida que pasaban los días, Lía se enamoró de la guitarra, mientras que Mateo se inclinó por el acordeón. El violín, por otro lado, parecía estar un poco celoso, ya que no tenía un dueño específico.

- “¿Y qué pasa con el violín? ¿No le vamos a dar una oportunidad? ” - preguntó Mateo un día.

- “Podríamos turnarnos para tocarlo, así todos estaríamos felices” - sugirió Lía.

Luego de muchas risas y diversión, los niños decidieron hacer un pequeño concierto en el pueblo para mostrarles a todos lo que habían aprendido.

A medida que el día se acercaba, se sentían nerviosos, pero también emocionados. Don Ciriaco les ayudó a prepararse.

- “Recuerden, lo más importante es divertirse. La música es para compartir alegría.” - les dijo el anciano, guiando sus manos hacia los instrumentos.

El gran día llegó. Los niños se colocaron en el centro de la plaza del pueblo, rodeados de vecinos curiosos. Lía tomó la guitarra, Mateo el acordeón y ambos turnándose para tocar el violín. Comenzaron a tocar, y pronto, su música empezó a hacer que todos se movieran al ritmo.

- “¡Esto es increíble! ” - gritó un vecino, mientras aplaudían envueltos en la magia de la música.

Cuando terminaron, una fuerte ovación estalló en la plaza.

- “¡Son unos genios! ” - aclamaron todos, emocionados.

Los niños se sintieron felices y satisfechos. Esa tarde comprendieron que un instrumento solo cobra vida cuando lo tocan con amor y pasión. Desde entonces, los tres instrumentos nunca volvieron a estar en el rincón polvoriento del taller.

Don Ciriaco les propuso formar una pequeña banda y comenzaron a tocar en festivales, fiestas y reuniones del pueblo.

- “No hay nada mejor que hacer música juntos” - dijo Mateo un día mientras reían todos.

Y así, en ese pueblo lejano, la guitarra, el acordeón y el violín resonaron con melodías de alegría y amistad, uniendo a todos los habitantes en un hermoso canto de comunidad. Cada vez que la música sonaba, recordaban la importancia de expresar su creatividad y compartirla con los demás, siempre guiados por la pasión y la alegría.

Y así, vivieron muchas aventuras llenas de música, risas y amistad, recordando siempre que el verdadero valor de la música radica en el amor que se le pone al tocarla juntos.

FIN.

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