La Sirenita Malvada y el Poder de la Amistad
En el fondo del océano, donde los corales brillaban con mil colores, vivía una sirenita que se hacía llamar Malvina. Malvina era conocida en todo el mar no solo por su belleza, sino también por su maldad. "¿Por qué ser amable?"- solía decir mientras hacía travesuras en el arrecife. "¡A la gente no le gusta lo que no puede tener!"- se reía mientras asustaba a los peces.
La vida de Malvina era bastante solitaria. Todos los demás peces y sirenas temían su mirada y evitaban su compañía, prefiriendo nadar lejos de sus travesuras.
Un día, mientras Malvina estaba sola en su cueva, encontró un antiguo libro sobre el mundo humano y sus maravillas. Atraída por la curiosidad, empezó a leer. "¡Seres con piernas! ¡Qué locura!"- exclamó, pero al mismo tiempo se sintió intrigada.
Decidida a comprobarlo, Malvina nadó hacia la superficie con la esperanza de asustar a un humano. Pero al llegar, se encontró con una joven llamada Sofía, que estaba sentada en la playa, dibujando. La sirenita decidió esconderse detrás de unas rocas y observar.
"¡Mirá! Es un pez de colores muy lindos!"- dijo Sofía, sin notar la presencia de Malvina. "Me encantaría tener uno como mascota"- agregó, con una sonrisa.
Malvina sintió algo extraño en su interior: esa sonrisa la hizo sentir un pequeño huequito en su corazón. Pero rápidamente, se sacudió de esos pensamientos. "No, no, no. ¡No puedo gustar de estos humanos!"- se gritó a sí misma.
Decidida a hacer que Sofía se asustara, Malvina salió de su escondite y comenzó a hacer ruidos extraños.
"¡Ay! ¿Qué es eso?"- gritó Sofía, mirando preocupada hacia el agua. Malvina pensó que lograría asustarla, pero en lugar de eso, Sofía solo la miró con miedo y luego preguntó: "¿Eres una sirena?"-
Cual fue su sorpresa cuando Malvina sintió que esa pregunta la incomodaba. "¡No! No soy una sirena! Ugh, soy una monstruo del mar!"- dijo, intentando sonar aterradora.
Sofía, sin embargo, no se asustó. "No creo que seas un monstruo. Tienes una voz muy hermosa"- dijo, acercándose lentamente.
Malvina se sorprendió, no estaba acostumbrada a que la trataran con amabilidad. En un arranque de peligrosa diversión, decidió intentar asustarla de nuevo. "¡Si no te vas, te llevaré a las profundidades del mar!"- soltó, mientras algunas burbujas escapaban de su boca.
"¡Quiero ver las profundidades del mar!"- dijo Sofía emocionada, haciendo que la sirenita malvada se quedara boquiabierta.
Malvina no sabía qué hacer. Nadie había deseado realmente su compañía. "¿Por qué no te asustás?"- preguntó, sintiéndose cada vez más confusa.
"Porque creo que tienes un bonito fondo, y quizás, simplemente necesitas una amiga"- respondió Sofía. La sirenita sintió un nudo en su pecho.
Poco a poco, empezaron a hablar desde la orilla y a compartir historias. Sofía le habló de su vida, sus sueños, y cómo siempre deseó ver más del océano. Malvina, en cambio, le contó sobre sus travesuras y la soledad que sentía.
Con el tiempo, Malvina comenzó a cambiar. Poco a poco se dio cuenta de que ser amable era mucho más divertido que asustar. Un día, encontró a un pez atrapado en una red de pesca y, en lugar de ignorarlo, prestó ayuda.
"No puedo creer que hiciste eso, Malvina!"- exclamó Sofía, queriendo darle un abrazo. "No necesito abrazos, solo hice lo correcto"- contestó Malvina para no sonar demasiado blanda. Pero en su interior, sintió algo que nunca había sentido: felicidad.
Los días pasaron y su amistad creció entre risas, juegos y aventuras. El mar no solo se llenó de colores, sino también de amor y amistad.
Un día, mientras encontraban conchas en la playa, Sofía se dio cuenta de que ya no tenía miedo de las olas. "¡Vamos a ver qué obstáculos conseguimos juntos, Malvina!"- le dijo. "Estoy contigo"- afirmó la sirenita, sonriendo.
Desde entonces, Malvina se convirtió en una sirenita amable, valiente y, sobre todo, querida. Aprendió que no era necesario ser malvada para ser especial, y que la amistad era el tesoro más grande que podía encontrar en el océano.
Cada vez que alguien la conocía, ya no sentía miedo, sino alegría al compartir su nueva vida con todos. Así, la sirenita malvada pasó a ser la sirenita más querida del océano. Y así, todos vivieron felices, desde ese día en que eligieron ser amigos y no enemigos.
FIN.