La Sirenita y el Príncipe Valiente
Había una vez, en un fondo marino lleno de colores y vida, una sirenita llamada Ariela. Era conocida por su hermosa voz y su espíritu libre. A diferencia de muchas de sus amigas, Ariela sabía que su voz no era solo una herramienta para encantar a los demás, sino una parte fundamental de quién era. Ella se pasaba los días explorando el océano y escuchando las historias de los seres marinos.
Un día, mientras nadaba cerca de la superficie, Ariela avistó un barco. Cautivada por la curiosidad, se acercó y vio a un joven príncipe de pie en la cubierta. Su risa era como música para sus oídos y, por primera vez, sintió mariposas en el estómago.
- “¡Quiero conocerlo! ” - Pensó Ariela, pero también sabía que debía ser auténtica y no cambiar por él.
Con el tiempo, se enteró de que el príncipe festejaba su cumpleaños con un gran baile en el palacio. Todos en el reino estaban invitados, y Ariela decidió que iría a verlo. Pero, en lugar de pedirle ayuda a la malvada bruja del mar para cambiar su forma y conseguir una voz, decidió hacerlo a su manera.
Ariela invitó a sus amigos del océano. Cada uno aportó algo especial: los delfines prepararon una coreografía, los pulpos hicieron un espectáculo de luces con sus tentáculos y los peces decoraron el agua con algas y burbujas de colores.
- “Vamos a mostrarle al príncipe que la alegría y la diversión son las cosas más importantes” - les dijo Ariela.
Cuando llegó el gran día, Ariela organizó el espectáculo en la playa justo al lado del palacio, de modo que el príncipe pudiera verlo. La música y la risa comenzaron a atraer a los invitados del castillo. El príncipe salió al balcón y, al ver la maravilla, no pudo evitar sonreír.
- “¿Quién es la creadora de tal belleza? ” - exclamó el príncipe con los ojos brillantes.
Ariela se sintió emocionada al ver su entusiasmo, pero sabía que su verdadero objetivo era mostrar que podía ser ella misma, sin tener que sacrificar su voz. Así que, después de un rato, se armó de valor y decidió acercarse a él.
- “Hola, soy Ariela. Vengo del océano y quería darte una sorpresa.” - le dijo con una voz radiante y llena de confianza.
El príncipe, sorprendido, bajó corriendo las escaleras del palacio.
- “¿Tú organizaste todo esto? ¡Es increíble! ”
- “Sí, creo que es importante celebrar la vida y la amistad en lugar de solo enfocarnos en los bailes elegantes.”
- “Tienes razón, a veces nos perdemos en tantas expectativas. Es refrescante ver algo tan auténtico.”
A medida que pasaba la velada, Ariela y el príncipe charlaron, riendo y disfrutando de la compañía mutua. Descubrieron que compartían muchas alegrías.
Sin embargo, mientras seguían conversando, aparecieron algunas figuras inesperadas: las sirenas de la corte, quienes comenzaron a criticar a Ariela.
- “¡No deberías estar aquí! ¡No eres digna de ser vista por el príncipe! ”
- “¿¡Qué te crees! ? ¡Tu forma de ser es demasiado simple para él! ”
Ariela sintió cómo su corazón se hundía, pero rápidamente se repuso. En lugar de dejar que las palabras de las sirenas la afectaran, levantó la cabeza y les dijo:
- “Soy especializada en ser yo misma. No necesito cambiar para ser digna de amor o amistad. Todos merecemos ser valorados por quienes realmente somos.”
El príncipe, admirado, alzó la mano y dijo:
- “¡Eso es lo que más me gusta de Ariela! Su autenticidad es más valiosa que cualquier danza o canción. Hoy he aprendido que la verdadera belleza está en ser fiel a uno mismo.”
Las sirenas se quedaron en silencio. Ariela sonrió y disfrutó el momento.
Con el pasar de los días, el príncipe y Ariela mantuvieron su amistad. Aprendieron juntos y se apoyaron mutuamente. Ariela descubrió que no necesitaba renunciar a su esencia. En cambio, el príncipe se sintió inspirado por su valentía.
Finalmente, Ariela se despidió del príncipe cuando su viaje en el barco se acercaba a su fin. Con una sonrisa llena de esperanza, le dijo:
- “Nunca dejes de buscar lo verdadero. ¿Quién sabe? Tal vez pueda visitarte en el continente.”
El príncipe levantó la mano en señal de despedida, mientras el océano brillaba a sus pies, demostrando que ser uno mismo siempre es la mejor decisión. Y así, ambos aprendieron que el amor verdadero no se trata de sacrificios, sino de apoyarse y celebrar la autenticidad del otro.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.