La solidaridad de las velas


Había una vez un grupo de velas que vivían en una estantería en la casa de Juan. Todas eran diferentes entre sí, algunas altas y delgadas, otras bajas y gorditas, pero todas tenían algo en común: su luz.

Un día, Juan encendió todas las velas para iluminar su habitación. Las velas más antiguas se dieron cuenta de que su llama no era tan fuerte como antes y comenzaron a preocuparse.

"¿Qué está pasando?", preguntó la vela más alta y delgada. "Nuestra llama se está apagando con el tiempo", respondió la vela baja y gordita. "¡No podemos dejar que esto siga así!", exclamó otra vela que tenía forma de flor.

Las velas decidieron hacer algo al respecto. La vela más alta y delgada sugirió:"Podríamos pedirle a Juan que nos reemplace por nuevas velas".

Pero la vela baja y gordita dijo:"No es justo para las nuevas velas si solo las usamos hasta que sus llamas sean débiles también". La vela con forma de flor tuvo una idea brillante:"¿Y si compartimos nuestra cera? Así podremos ayudarnos mutuamente a mantener nuestras llamas brillantes". Todas las demás velas estuvieron de acuerdo.

Desde ese día, cada vez que alguna vela empezaba a perder fuerza, las otras le ofrecían un poco de su propia cera para ayudarla a mantenerse encendida. Así pasaron los días hasta que un día llegaron nuevas velas hermosamente decoradas.

Las antiguas les dieron la bienvenida y les contaron sobre su acuerdo para compartir la cera. "¡Qué idea tan maravillosa!", exclamó una de las nuevas velas.

Desde entonces, todas las velas vivían en armonía y se ayudaban mutuamente a brillar. Las más antiguas compartían su sabiduría con las nuevas mientras que estas últimas traían alegría y color a la estantería.

Y así, aunque algunas velas se iban apagando con el tiempo, otras nuevas se encendían bellas y luminosas gracias al amor y la cooperación entre ellas.

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