La solidaridad de Villa Esperanza



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde vivían muchos niños y niñas felices. Jugaban juntos en el parque, corrían por los campos y compartían risas y alegrías todos los días.

Pero un día, algo inesperado sucedió. Un virus muy travieso llamado Covid-19 llegó al pueblo y todo cambió.

Los padres y madres de los niños se preocuparon mucho al escuchar las noticias sobre este virus que estaba afectando a tantas personas en todo el mundo. Decidieron tomar medidas para proteger a sus familias, como lavarse las manos con frecuencia, usar barbijos y mantenerse alejados de lugares concurridos.

Los niños del pueblo no entendían muy bien lo que estaba pasando, solo sabían que ya no podían jugar juntos como antes. Se sentían tristes y confundidos. Pero entonces, la maestra de la escuela primaria, la señorita Rosa, tuvo una idea brillante.

Un día, la señorita Rosa reunió a todos los niños del pueblo en el parque central. Tenía una gran sorpresa para ellos.

"¡Niños y niñas de Villa Esperanza! Sé que extrañan jugar juntos y compartir momentos divertidos, pero debemos ser fuertes y cuidarnos unos a otros en estos tiempos difíciles", les dijo con una sonrisa cálida. Los niños se miraron entre sí con curiosidad mientras la señorita Rosa sacaba de su bolsa un montón de globos de colores brillantes.

"Hoy vamos a hacer volar nuestros deseos más hermosos para que pronto todo vuelva a ser como antes", anunció emocionada. Cada niño tomó un globo y escribió en él un deseo especial: "Que todos estén sanos", "Volver a abrazar a mis amigos", "Jugar sin miedo".

Luego, juntos contaron hasta tres y soltaron los globos al cielo. Los vieron elevarse lentamente mientras sus deseos se elevaban con ellos. De repente, algo mágico sucedió.

Los globos comenzaron a brillar intensamente y formaron figuras maravillosas en el aire: corazones gigantes que latían fuerte, estrellas resplandecientes que iluminaban el cielo e incluso palabras de esperanza escritas con luz dorada. Los niños del pueblo no podían creer lo que veían.

Estaban asombrados por la magia que tenían dentro de ellos mismos cuando se unían para enviar buenos deseos al universo. Se abrazaron emocionados mientras las luces danzaban sobre sus cabezas.

Desde ese día, los habitantes de Villa Esperanza aprendieron una lección importante: incluso en los momentos más oscuros, siempre hay luz si nos mantenemos unidos y llenamos nuestros corazones de esperanza y amor.

Y así, gracias al poder de la solidaridad y la amistad, el pueblo superó juntos aquellos días difíciles hasta que finalmente pudieron volver a jugar libres sin temor alguno.

FIN.

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