La Sombra Amiga



Era una noche tranquila en la casa de Ana, una nena curiosa de ocho años. Antes de irse a dormir, se había acomodado en su cama y dejado la tele prendida, disfrutando de su programa favorito.

De repente, la pantalla se apagó. Ana abrió los ojos de par en par.

"¿Qué pasó?", murmuró, mirando a su alrededor.

Como si la noche estuviera respondiendo a su inquietud, viró hacia el lado y se encontró con una sombra que danzaba en la pared. Era una figura oscura que lentamente tomaba forma.

"¡Buuu!", dijo la sombra, intentando parecer aterradora.

Ana sintió un escalofrío recorrer su espalda.

"¿Quién sos?", preguntó, con una mezcla de miedo y curiosidad.

"Soy Zuri, la sombra de la imaginación. No tengas miedo, estoy aquí para jugar", respondió la sombra, riendo suavemente.

Ana se sentó en la cama, observando con atención.

"¿Jugar? Pero… ¿las sombras no asustan?"

"A veces, pero no todas las sombras son malas. Puedo mostrarte un mundo diferente, un lugar donde los sueños y la creatividad cobran vida", explicó Zuri mientras se movía con gracia.

Intrigada, Ana decidió dejar de lado su miedo, y con un gesto invitador, Zuri la tomó de la mano.

Al instante, la habitación se iluminó, transformándose en un país de maravillas donde todo brillaba y brillaba. Los árboles eran de caramelo, las flores cantaban y el cielo estaba lleno de estrellas danzantes.

"¡Guau! ¡Esto es increíble!", exclamó Ana, asombrada.

"Aquí puedes crear lo que quieras. Míralo", dijo Zuri, señalando una nube que se convirtió en un enorme castillo.

Ana miró con asombro. Entonces, se le ocurrió una idea.

"¿Podemos hacer un bosque lleno de animales?"

"¡Por supuesto! ¡Vamos a jugar!", exclamó Zuri, y en un abrir y cerrar de ojos, un magnífico bosque apareció, lleno de todo tipo de criaturas.

Ana corrió a jugar con un grupo de conejitos y un majestuoso ciervo. El tiempo pasó volando mientras exploraban y creaban juntos.

Aunque todo era mágico, algo dentro de ella le decía que era hora de regresar.

"Zuri, fue maravilloso. Pero tengo que volver a mi cama. Mi mamá se va a preocupar."

La sombra asintió con una sonrisa.

"Está bien, Ana. Pero recuerda, siempre podemos volver a este lugar cuando quieras. Solo cierra los ojos y llévame contigo."

Ana se despidió de sus nuevos amigos y cerró los ojos. Al abrirlos de nuevo, estaba de vuelta en su habitación, en su cama, y Zuri había desaparecido. La tele seguía apagada, pero ya no le daba miedo.

"Creo que las sombras no son tan malas después de todo", murmuró Ana, sonriendo antes de quedarse dormida.

A la mañana siguiente, Ana despertó con una gran idea. Decidió que escribiría un cuento sobre su aventura con Zuri y compartirlo con sus amigos en la escuela.

Desde ese día, Ana aprendió que la creatividad y la imaginación eran sus aliadas, y que incluso aquello que parecía aterrador muchas veces podía convertirse en algo hermoso, si sólo te atrevías a conocerlo.

Y así, cada vez que se apagaba la tele, Ana sonreía, sabiendo que en el mundo de las sombras, siempre había algo más que una simple oscuridad.

FIN.

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