La Sombra Oscura



Era una noche sin luna. En un pequeño pueblo, todos los habitantes estaban en sus casas, protegidos del frío y de la oscuridad. Sin embargo, un niño llamado Tomás no podía dormir. La oscuridad lo asustaba.

Tomás decidió salir al patio. "Tal vez si miro al cielo, me sienta mejor"-, pensó. Pero al mirar hacia arriba, vio que las estrellas brillaban, pero algo más lo llamaba. En la esquina del patio, había una sombra que se movía lentamente.

"¿Quién está ahí?"- gritó Tomás. Pero no obtuvo respuesta. La sombra parecía alargarse, como si quisiera acercarse a él. Tomás sintió un escalofrío. "Ya es hora de entrar"-, murmuró, pero algo lo detuvo.

La sombra hizo un movimiento extraño, como si intentara hablar. "No tengas miedo, soy solo la oscuridad"- dijo, con una voz suave. Tomás no podía creerlo.

"¿La oscuridad habla?"- preguntó, curioso. "Sí, pero no soy mala. Solo soy parte de la noche"-, explicó la sombra.

Tomás, aun temeroso, se acercó un poco más. "¿Por qué siempre me asustas?"- inquirió. "No quiero asustarte, solo quiero enseñarte"-, contestó la sombra. "La oscuridad puede ser un lugar para descubrir cosas nuevas, para soñar y para descansar también."

Tomás pensó que la oscuridad nunca le había hablado así. Entonces, se sentó en el suelo y miró a su alrededor. De repente, las sombras de los árboles y los objetos del patio se veían diferentes y mágicos. "Quizá no es tan mala idea conocer la oscuridad"-, dijo a la sombra.

"Exacto, la oscuridad no siempre es algo que temer. Solamente es un espacio donde la luz necesita descansar"-, afirmó la sombra.

Desde esa noche, Tomás aprendió a no tener miedo a la oscuridad. Ahora, siempre que se asoma a la ventana antes de dormir, sonríe y le dice a la sombra: "Gracias por mostrarme el lado bonito de la noche"-. A veces, la oscuridad puede ser un lugar de maravillas, solo es cuestión de mirar con otros ojos.

FIN.

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