La sombrilla del pato



Era un día soleado en la selva, y todos los animales estaban disfrutando del hermoso clima. En un claro, el pato Pipo se paseaba con su colorida sombrilla. Era su favorita, un regalo que había recibido en su cumpleaños y que a menudo presumía ante los demás. Por otro lado, el elefante Eli, conocido por su bondad, se acercó al claro con la esperanza de compartir un rato agradable con su amigo Pipo.

Cuando Eli vio a Pipo bajo la sombra de la sombrilla, se acercó con una sonrisa y le dijo:

"¡Hola, Pipo! Qué linda sombrilla tenés. ¿Puedo compartirla contigo?"

Pipo frunció el ceño y respondió:

"No, Eli. ¡Es mi sombrilla! No tengo ganas de compartirla. Si querés sombra, vas a tener que buscar otra cosa."

Eli se sintió un poco triste, pero sonrió y le dijo:

"Está bien, Pipo. No hay problema. Disfrutá de tu sombra."

Dicho esto, Eli se alejó y decidió encontrar un lugar bajo un gran árbol donde pudiera resguardarse del sol. Mientras tanto, Pipo seguía disfrutando de su sombrilla, feliz de estar a solas.

Poco después, sin embargo, se armó una gran tormenta. El cielo se oscureció y empezaron a caer fuertes ráfagas de viento. Pipo, al ver cómo su sombrilla volaba por los aires, gritó:

"¡Oh no, mi sombrilla! ¡Vuelve aquí!"

Mientras tanto, Eli, que estaba resguardado bajo el fuerte árbol, vio lo que sucedía. Con su gran tamaño y fortaleza, se acercó al pato que estaba luchando por recuperar su sombrilla. Le dijo:

"Pipo, ven a refugiarte aquí bajo el árbol. No es seguro estar solo en medio de la tormenta."

Pipo, aún preocupado por su sombrilla, lo ignoró y siguió intentando atraparla. Sin embargo, la sombrilla terminó enganchada en una rama de un árbol muy alto.

Desesperado, Pipo se lamentó:

"¡Ay, mi sombrilla! Nunca debí dejarla volar..."

Eli, viendo la angustia de su amigo, decidió ayudarlo.

"Voy a treparme a esa rama y recuperar tu sombrilla, Pipo. Vos quedate aquí y no te preocupes."

Pipo miró a Eli, sintiéndose un poco avergonzado de no haber compartido antes. Pero en vez de aceptar la oferta de su amigo, dijo:

"No te preocupes, Eli. Yo puedo hacerlo solo. Solo tengo que encontrar una forma de subir."

Pero Eli negó con la cabeza y le dijo con firmeza:

"Te dije que puedo ayudarte. Si no me dejás, estaré aquí esperando ser útil. A veces, es mejor aceptar la ayuda de los amigos."

Finalmente, Pipo escuchó a Eli. Se dio cuenta de que tener un amigo como él era más importante que una sombrilla. Así que, a pesar de su orgullo, aceptó la oferta.

"Está bien, Eli. Te necesito. ¡Por favor, ayúdame!"

Con un rápido movimiento, Eli se acercó a la montaña de rama y, utilizando su gran cuerpo, logró recuperar la sombrilla. La trajo de vuelta, empapada por la lluvia, pero en una sola pieza.

Pipo, emocionado y agradecido, miró a Eli a los ojos y le dijo:

"¡Gracias, amigo! Me di cuenta de que ser egoísta me hizo perder más que solo una sombrilla. ¡Perdón por no haberte dejado compartirla!"

Eli sonrió y respondió:

"No hay problema, Pipo. Lo importante es que aprendiste. Ahora que tenés tu sombrilla de regreso, ¿te gustaría que la compartamos juntos?"

Con una sonrisa radiante, Pipo alzó la sombrilla y dijo:

"Sí, ¡vamos a disfrutar del sol ahora que paró de llover!"

Y así, los dos amigos disfrutaron del día soleado, esta vez compartiendo la sombrilla, y su vínculo se hizo más fuerte. Pipo aprendió que la amistad y la bondad siempre son más valiosas que cualquier objeto material. Desde entonces, siempre estuvo dispuesto a compartir y ayudar a otros, tal como Eli había hecho con él.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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