La sonrisa de Casiopea


Había una vez en la selva un tigre llamado Tris. A diferencia de los demás tigres, Tris siempre estaba triste y melancólico. Pasaba sus días recorriendo la selva sin alegría ni entusiasmo, sintiéndose solo y desanimado.

Un día, mientras caminaba por el bosque con la mirada baja, Tris escuchó una risa alegre que lo hizo levantar la cabeza. Era Casiopea, una cebra muy simpática y divertida que se acercaba trotando hacia él.

"¡Hola! ¿Por qué estás tan triste?", preguntó Casiopea con curiosidad. Tris le contó a Casiopea sobre su tristeza constante y cómo no lograba encontrar motivos para sonreír.

Casiopea escuchó atentamente y luego le propuso a Tris:"¿Qué tal si te enseño a ver el lado positivo de las cosas? Hay tantas maravillas en la selva que pueden alegrarte el corazón". Tris aceptó con cierta reticencia, pero decidió darle una oportunidad a Casiopea.

Juntos comenzaron a explorar la selva y descubrieron la belleza de las flores coloridas, el canto melodioso de los pájaros y la frescura del río que cruzaba el bosque. Poco a poco, Tris empezó a sentir cómo su tristeza se iba disipando ante las nuevas experiencias compartidas con Casiopea.

La zebra le enseñaba juegos divertidos, canciones alegres y le mostraba cómo cada pequeño detalle en la naturaleza podía ser motivo de alegría.

Sin embargo, un día mientras jugaban cerca del lago, escucharon unos rugidos amenazantes provenientes del otro lado del bosque. Un grupo de cazadores furtivos se acercaba peligrosamente hacia ellos. Casiopea entró en pánico al instante, pero Tris mantuvo la calma y recordó todo lo aprendido junto a su amiga zebra.

Con valentía e inteligencia logró idear un plan para despistar a los cazadores y llevarlos lejos de allí sin lastimarlos ni lastimarse ellos mismos.

Al final del día, agotados pero felices por haber superado juntos ese desafío, Tris miró a Casiopea con gratitud en sus ojos brillantes. "Gracias por enseñarme que siempre hay razones para sonreír", dijo emocionado. Casiopea sonrió ampliamente y abrazó cariñosamente al tigre triston. Desde ese día en adelante, Tris ya no era más un tigre triste.

Había encontrado en Casiopea no solo una amiga fiel sino también una maestra sabia que le había mostrado el valor de apreciar las pequeñas cosas simples de la vida que traen felicidad verdadera.

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