La sonrisa de Lucas
Había una vez un niño llamado Lucas, a quien no le gustaba para nada cepillarse los dientes.
Cada noche, cuando su mamá le decía que era hora de ir a lavarse los dientes, él ponía caras largas y se quejaba diciendo que era aburrido y que prefería jugar videojuegos. "¡Mamá, no quiero cepillarme los dientes! Es tan aburrido", se quejaba Lucas todas las noches.
Su mamá intentaba explicarle lo importante que era mantener una buena higiene bucal, pero Lucas simplemente no quería escuchar. Pasaban los días y sus dientes empezaron a ponerse amarillos y a dolerle cada vez más, pero él seguía sin prestar atención.
Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Lucas mordió una manzana y sintió un dolor agudo en uno de sus dientes. Se llevó la mano a la boca y notó que tenía sangre. Asustado, corrió hacia su mamá para contarle lo sucedido.
"¡Mamá, me duele mucho este diente! No quiero tener caries", exclamó Lucas con lágrimas en los ojos. Su mamá lo llevó de inmediato al dentista, donde le explicaron que tenía una caries debido a la falta de cepillado adecuado.
El dentista tuvo que arreglar su diente y le dio recomendaciones muy importantes sobre cómo cuidar su salud bucal. Desde ese día, Lucas entendió la importancia de cepillarse los dientes correctamente. Decidió cambiar su actitud y convertir el momento del cepillado en algo divertido.
Compró un cepillo de dientes con luces brillantes y sabor a frutilla, además se puso alarmas recordatorias en su celular para no olvidar hacerlo dos veces al día.
Con el tiempo, pudo ver cómo sus nuevos hábitos estaban dando resultados: sus dientes volvieron a estar blancos y fuertes, ya no le dolían más y podía disfrutar de comer sin preocupaciones. Lucas aprendió una gran lección: cuidar de sí mismo es fundamental para estar sano y feliz.
Y así fue como pasó de odiar el momento del cepillado a convertirlo en parte importante de su rutina diaria. Ahora sonreía con confianza sabiendo que estaba haciendo lo mejor por sí mismo.
FIN.