La sonrisa de Sofía


Había una vez una niña llamada Sofía, que siempre estaba triste. Vivía con su familia en un pequeño pueblo rodeado de montañas y campos verdes.

Aunque tenía padres amorosos y hermanos cariñosos, Sofía no podía evitar sentirse triste la mayor parte del tiempo. Un día, mientras caminaba por el bosque cerca de su casa, Sofía encontró a una viejita sentada en un tronco caído. La viejita tenía una sonrisa amable y unos ojos brillantes como luceros.

- ¡Hola, niña! ¿Por qué tienes esa carita tan triste? -preguntó la viejita con ternura. Sofía se sorprendió al ver a alguien que notara su tristeza y decidió contarle todo lo que le pasaba.

- Me llamo Sofía y siempre me siento triste. No importa cuánto me esfuerce por ser feliz, simplemente no puedo lograrlo -confesó Sofía con lágrimas en los ojos.

La viejita asintió comprensivamente y dijo:- Querida Sofía, te contaré un secreto: la felicidad no viene solo de ti misma, sino también de las personas que te rodean. Sofía frunció el ceño sin entender muy bien lo que quería decir la viejita. - Mira a tu alrededor -continuó la viejita-.

Tienes una familia amorosa que te quiere mucho. Tal vez ellos puedan ayudarte a encontrar la felicidad que tanto anhelas. Sofía pensó en las palabras de la viejita durante todo el camino de regreso a casa. Decidió hablar con su familia y compartir sus sentimientos.

- Mamá, papá, hermanos... siento que siempre estoy triste y no sé cómo cambiarlo -confesó Sofía con voz temblorosa. Su madre la abrazó fuertemente y le dijo:- Querida Sofía, todos tenemos días tristes.

Pero lo importante es que estamos aquí para apoyarnos unos a otros. Si alguna vez te sientes triste, siempre puedes acudir a nosotros para encontrar consuelo y alegría juntos.

Los hermanos de Sofía también se unieron al abrazo familiar y prometieron hacer todo lo posible para ayudarla a encontrar la felicidad. A partir de ese día, Sofía comenzó a abrirse más con su familia. Compartían risas, momentos divertidos e incluso los problemas diarios.

Juntos encontraron actividades que les gustaba hacer en familia: cocinar, jugar juegos de mesa o simplemente pasear por el pueblo. Con el tiempo, Sofía descubrió que la felicidad no era algo que pudiera encontrar dentro de sí misma solamente.

La felicidad estaba en las pequeñas cosas del día a día y en el amor incondicional de su familia. La viejita resultó ser una especie de hada madrina disfrazada y observaba felizmente cómo Sofía había encontrado su camino hacia la alegría.

Y así fue como la niña triste se convirtió en una niña feliz gracias al amor y apoyo de su maravillosa familia.

Aprendió que compartir sus sentimientos con las personas cercanas puede ayudarla a superar cualquier adversidad y encontrar la verdadera felicidad en cada momento de su vida.

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