La Sonrisa de Sofía
Había una vez una niña llamada Sofía que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos. Sofía era conocida por su dulzura, pero también por su tristeza. Desde pequeña, enfrentó días oscuros. Su familia era muy pobre y no podía permitirse comprarle juguetes ni ropas nuevas. En la escuela, Sofía se sentía sola; sus compañeros a menudo la ignoraban y no la incluían en los juegos.
Un día, mientras caminaba por el bosque, Sofía escuchó un llanto. Al acercarse, encontró a un pequeño gatito atrapado entre unas ramas.
"¡Ayuda! No puedo salir de aquí!" - maullaba el gatito, con un tono muy lastimero.
Sofía, sintiendo una conexión especial, respondió:
"¡No te preocupes! Voy a ayudarte, pequeño."
Con mucho cuidado, Sofía liberó al gatito. Al verlo libre, el animalito le hizo un guiño y dijo:
"Gracias, Sofía. Yo también tengo un nombre: ¡Nube! Puedes contar conmigo para lo que necesites."
A partir de ese día, Nube se convirtió en el mejor amigo de Sofía. Juntos, exploraban el bosque, llenaban su tiempo con risas y juegos. Sofía nunca había sentido tanta alegría. Sin embargo, había algo que la inquietaba: quería hacer amigos en la escuela.
Un día, mientras pensaban en cómo lograrlo, Nube le sugirió:
"¡Sofía, podrías hacer una fiesta! Invitar a todos tus compañeros sería una gran oportunidad."
Sofía dudó, pero luego se dio cuenta de que era una buena idea.
"¡Sí! Haré una fiesta en el bosque y cocinaremos galletitas. Muchos vendrán, seguro."
Con la ayuda de su mamá, Sofía preparó todo para la fiesta. Hizo galletitas de chocolate y decoró el lugar con flores del bosque.
El día de la fiesta, los nervios la invadieron. Cuando los niños llegaron, la mayoría la miraron con desdén.
"¿Quién quiere comer de una niña pobre?" - murmuro un compañero, mientras otros reían.
Sofía se sintió triste, pero Nube se acercó y le dijo:
"No te preocupes, Sofía. La verdadera amistad no se mide por lo que tenemos, sino por lo que somos. Disfrutemos la fiesta juntos."
Así que ignoró los murmullos y comenzó a repartir galletitas. Al principio, solo unos pocos niños se acercaban. Pero poco a poco, el delicioso aroma atrajo a más.
"¡Estas galletitas son riquísimas!" - exclamó una de sus compañeras.
Los niños empezaron a hacer fila por las galletitas, y se dieron cuenta de que Sofía era amable y generosa. Inclusive comenzaron a jugar con ella. Nube hizo lo suyo y mostró algunas acrobacias que hicieron reír a todos.
De repente, uno de los compañeros que había sido muy cruel, se acercó a Sofía:
"Perdón, Sofía. No entendía que tenías un gran corazón. Me gustaría ser tu amigo."
Sofía, emocionada, sonrió y contestó:
"Claro. Todos pueden ser amigos. ¿Qué te parece si jugamos juntos?"
La fiesta se convirtió en un gran éxito y, de repente, Sofía se vio rodeada de niños riendo y corriendo.
Esa tarde, mientras regresaba a casa con Nube, Sofía comprendió algo importante:
"La felicidad no se trata de lo que tenemos, sino de las conexiones que hacemos con los demás."
Sofía y Nube, después de la fiesta, vivieron muchas aventuras juntos. Su historia se convirtió en una leyenda en el pueblo. Y con el tiempo, Sofía aprendió que la verdadera felicidad se encuentra en abrir el corazón a la amistad y ser siempre amable, sin importar las circunstancias.
Y así, la dulzura de Sofía floreció como un hermoso jardín en su vida y en la de todos los que la rodeaban.
Desde ese día, Sofía jamás volvió a sentirse sola. Había encontrado su lugar en el mundo, y todo gracias a su valentía y a un pequeño gatito llamado Nube.
FIN.