La sonrisa del payaso
Había una vez tres amigos muy aventureros llamados Juan, Celeste y Abril. Siempre estaban buscando nuevas experiencias y emociones en su pequeño pueblo.
Un día, mientras exploraban por los alrededores, se enteraron de un hospital abandonado que se decía estaba embrujado. Intrigados por la historia del lugar, decidieron ir a explorarlo. Llegaron al viejo edificio y encontraron una puerta entreabierta. Con valentía, entraron y comenzaron a recorrer los oscuros pasillos.
De repente, escucharon unos extraños ruidos provenientes de una habitación cercana. Se miraron entre sí con asombro y curiosidad. Sin pensarlo dos veces, se dirigieron hacia el sonido misterioso.
Al abrir la puerta de la habitación, les esperaba una sorpresa inesperada: ¡un payaso! Era un hombre vestido con un traje colorido y una enorme sonrisa pintada en su rostro. Aunque parecía amigable, los amigos sintieron cierto temor en su interior.
"¡Hola chicos! ¿Qué hacen aquí? Soy el Payaso Risueño", dijo el payaso con voz amigable. Los amigos se presentaron rápidamente y le explicaron que estaban explorando el hospital abandonado en busca de aventuras emocionantes. "¿Y tú qué haces aquí?", preguntó Juan con curiosidad.
El Payaso Risueño suspiró profundamente antes de responder:"Este solía ser mi hogar hace muchos años cuando era un hospital lleno de risas y alegría para los niños enfermos. Pero ahora está abandonado porque todos olvidaron lo importante que es hacer reír a los demás.
"Los amigos se sintieron tristes al escuchar eso. No podían imaginar cómo un lugar tan especial había sido dejado de lado. "¿Qué podemos hacer para ayudarte, Payaso Risueño?", preguntó Celeste con ternura.
El payaso les explicó que lo único que necesitaba era devolver la alegría y las risas a aquel lugar. Les pidió que buscaran objetos divertidos y juguetes olvidados en el hospital para poder animar nuevamente el ambiente.
Los amigos aceptaron encantados la misión y comenzaron a buscar por cada rincón del hospital abandonado. Encontraron muñecos, juegos de mesa y hasta una pelota de fútbol perdida. Con gran entusiasmo, decoraron la habitación del Payaso Risueño con globos multicolores y pusieron todos los juguetes en exhibición.
Cuando terminaron, invitaron a todos los niños del pueblo a visitar el antiguo hospital convertido en un lugar lleno de risas y diversión. Poco a poco, el rumor sobre el Hospital del Payaso Risueño se extendió por todo el pueblo.
Los niños acudían felices al lugar para jugar y reír junto al payaso y sus nuevos amigos Juan, Celeste y Abril. La magia volvió al antiguo hospital gracias al espíritu aventurero de estos tres amigos valientes.
Todos aprendieron la importancia de traer alegría a los demás incluso en lugares inesperados. Y así fue como Juan, Celeste, Abril y el Payaso Risueño enseñaron al mundo que siempre hay espacio para la risa e ilusión, incluso en los lugares más oscuros y abandonados.
Juntos, crearon una nueva historia llena de felicidad y amistad que sería recordada por siempre.
FIN.