La sonrisa mágica de la princesa María
Había una vez, en un hermoso palacio ubicado en el reino de Rosedal, una princesa llamada María. Desde pequeña, María siempre había sido conocida por su risa contagiosa y su alegría desbordante.
Sin embargo, un día triste y gris, algo inesperado sucedió: la princesa María perdió la sonrisa. Todos en el palacio se preocuparon profundamente por ella. Los sirvientes intentaban animarla con sus mejores chistes y payasadas, pero nada parecía funcionar.
La tristeza de María era tan profunda que incluso las flores del jardín dejaron de florecer. La noticia llegó a oídos del rey Fernando, padre de la princesa.
Desesperado por encontrar una solución, decidió convocar a los mejores médicos y magos del reino para ayudar a su hija. "¡Por favor! ¡Necesito que alguien encuentre la manera de devolverle la sonrisa a mi querida hija!"- exclamaba el rey Fernando con lágrimas en los ojos.
Un anciano sabio llamado Don Manuel escuchó sobre el problema de la princesa y decidió ofrecer su ayuda al rey. Don Manuel era conocido por sus habilidades mágicas y sabiduría infinita. El sabio visitó el palacio y se sentó junto a María durante horas sin decir palabra alguna.
Observando cada gesto y expresión facial de la princesa con atención. Finalmente, Don Manuel rompió el silencio diciendo:"Mi querida princesita María, he descubierto cuál es tu problema". María levantó tímidamente la mirada, esperando ansiosa una respuesta.
"Tienes un tesoro muy valioso dentro de ti, pero lo has dejado escondido y olvidado. Ese tesoro es tu imaginación y creatividad. Si quieres recuperar tu sonrisa, debes volver a explorar ese mundo mágico que vive en tu interior".
María se quedó pensativa por unos momentos. Sabía que el sabio tenía razón, había dejado de jugar y soñar como solía hacerlo cuando era pequeña. Decidida a encontrar su sonrisa nuevamente, María comenzó a explorar el palacio en busca de aventuras emocionantes.
Descubrió habitaciones secretas llenas de tesoros antiguos, jardines encantados con hadas juguetonas y hasta un laberinto misterioso donde cada camino llevaba a una nueva sorpresa.
Poco a poco, la princesa María volvió a reír y sonreír gracias a su imaginación desbordante. Comenzó a contar historias divertidas para los sirvientes del palacio e incluso organizó fiestas temáticas llenas de música y baile para todo el reino.
La noticia sobre la recuperación de la sonrisa de María llegó rápidamente a oídos del rey Fernando. Lleno de alegría, abrazó fuertemente a su hija mientras exclamaba:"¡Mi querida hija! ¡Has encontrado el secreto para ser feliz nuevamente! Tu risa ilumina este palacio".
Desde aquel día, la princesa María nunca más perdió su sonrisa. Aprendió que la felicidad no depende solo de las cosas materiales, sino de la capacidad de encontrar alegría en las pequeñas cosas y mantener viva su imaginación.
Y así, el reino de Rosedal volvió a florecer con risas y sonrisas gracias a la valiosa lección que la princesa María nos enseñó: que la felicidad está dentro de nosotros mismos y solo debemos abrir nuestro corazón para encontrarla.
FIN.