La sonrisa que cambió a Griselda
Había una vez una princesa llamada Sofía, que vivía en un hermoso castillo rodeado de jardines y bosques encantados. Un día, mientras paseaba por el bosque, la princesa se tropezó con algo brillante entre las hojas caídas.
Al acercarse, descubrió que era un diamante muy especial: el diamante de la sonrisa. La noticia se corrió rápidamente por todo el reino y llegó a oídos de una hada muy enojona llamada Griselda.
Esta hada tenía fama de ser gruñona y nunca había mostrado una sonrisa en su vida. El diamante de la sonrisa era exactamente lo que necesitaba para cambiar su actitud. Griselda decidió ir al castillo para reclamar lo que consideraba suyo.
Sin embargo, cuando llegó al lugar, se encontró con la princesa Sofía dispuesta a enfrentarla. "¡Hola, hadita Griselda! ¿En qué puedo ayudarte?", preguntó amablemente Sofía. Griselda frunció el ceño y respondió: "Ese diamante me pertenece porque soy la dueña del bosque".
Sofía reflexionó unos segundos antes de responder: "Está bien, Griselda. Si realmente eres la dueña del bosque, entonces te haré una propuesta: si logras sonreír durante un día completo sin enfadarte ni hacer travesuras malintencionadas, te daré el diamante".
La hadita miró desconfiada a la princesa pero aceptó el desafío. A partir de ese momento comenzaron los días más divertidos y emocionantes en el reino.
Sofía y Griselda recorrieron juntas el bosque, ayudaron a los animales heridos, plantaron flores y se divirtieron como nunca antes. A medida que pasaba el tiempo, la hada comenzó a sentirse más feliz y su sonrisa se volvía cada vez más frecuente.
Poco a poco, todos los habitantes del reino notaban el cambio en Griselda y le mostraban su aprecio. Sin embargo, un día ocurrió algo inesperado. Mientras paseaban por el bosque, vieron a un grupo de duendes arrancando las flores que habían plantado juntas.
Sofía se enfadó mucho pero recordó el desafío e intentó mantenerse tranquila. "¡Dejen de hacer eso! Las flores son para que todos disfruten de su belleza", exclamó la princesa con voz firme pero calmada.
Griselda también estaba furiosa por lo que veía, pero recordando la promesa hecha a Sofía, decidió no dejarse llevar por la ira. En lugar de eso, con una sonrisa en su rostro le pidió amablemente a los duendes que dejaran las flores en paz.
Los duendes quedaron sorprendidos ante tal actitud y accedieron al pedido de Griselda. Agradecida por su cambio de actitud, Sofía abrazó cariñosamente a la hadita mientras ambos observaban cómo los duendes arreglaban las flores nuevamente.
Al finalizar ese día lleno de pruebas y tentaciones para Griselda, ambas regresaron al castillo donde esperaba toda la corte ansiosa por saber quién se quedaba con el diamante de la sonrisa. Sofía, con una sonrisa en su rostro, anunció que Griselda había superado el desafío.
La hadita, emocionada y feliz, aceptó que Sofía se quede con el diamante como recompensa por haberle enseñado a encontrar la felicidad en las cosas simples y no dejarse llevar por la ira. Desde ese día, Griselda cambió completamente.
Se convirtió en un hada amable y generosa, siempre dispuesta a ayudar a los demás. Y cada vez que alguien necesitaba una sonrisa, ella les regalaba una con todo su corazón.
Así fue como la princesa Sofía y la hada Griselda demostraron al mundo que incluso las personas más gruñonas pueden cambiar si encuentran en su interior una chispa de bondad y amor.
Juntas enseñaron al reino entero que la verdadera magia está en aprender a sonreír y disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.
FIN.