La sorprendente sandía de Margarita



Había una vez en el bosque un grupo de ardillas muy traviesas y curiosas. Entre ellas, se encontraba Margarita, una ardilla muy especial que tenía una gran pasión por la sandía. Margarita era diferente a las demás ardillas.

No solo por su pelaje colorido y brillante, sino también porque le encantaba probar cosas nuevas y experimentar con diferentes alimentos. Pero lo que más disfrutaba era comer sandía.

Cada vez que veía una, no podía resistirse a darle un buen mordisco. Un día soleado de verano, mientras exploraban el bosque en busca de nueces y frutas deliciosas, Margarita encontró algo inesperado: ¡un enorme melón! Sin pensarlo dos veces, decidió llevarlo consigo para compartirla con sus amigas.

Al llegar al claro donde se reunían todas las ardillas, Margarita mostró orgullosa su hallazgo. Las otras ardillas quedaron sorprendidas al ver el tamaño del melón y empezaron a hacer preguntas sobre cómo se veía por dentro.

"¿Cómo será su pulpa?" -preguntó Curiosa. "¿Será tan dulce como nuestras nueces?" -dijo Sabia. "¡Vamos a descubrirlo juntas!" -exclamó Margarita emocionada. Con mucho esfuerzo, todas las ardillas trabajaron en equipo para abrir el melón gigante.

Y cuando finalmente lograron partirlo en dos mitades perfectas, descubrieron algo increíble: ¡era una sandía! Las ardillas estallaron en risas divertidas al darse cuenta de que habían confundido un melón con una sandía.

Pero eso no les importó, porque ahora tenían una gran cantidad de su fruta favorita para disfrutar. "¡Qué equivocación tan deliciosa!" -dijo Margarita entre risas. "Es cierto, Margarita.

A veces las cosas no son lo que parecen, pero eso no significa que no puedan ser maravillosas" -dijo Sabia con una sonrisa. Desde ese día, Margarita y sus amigas aprendieron a valorar las sorpresas inesperadas y a no juzgar algo por su apariencia externa.

Descubrieron que las sandías podían ser grandes y jugosas como un melón y que la diversidad de sabores era algo hermoso. A partir de entonces, cada verano se reunían en el claro del bosque para compartir sandías y reír juntas recordando aquel día en el que confundieron un melón con una sandía.

Y así, Margarita enseñó a sus amigas la importancia de mantenerse abiertos a nuevas experiencias y disfrutar de los pequeños tesoros que nos regala la vida. Y colorín colorado, esta historia ha terminado.

FIN.

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