La sorpresa de Iker


Había una vez un niño llamado Iker que vivía en un pequeño pueblo de Argentina. Era la época de Navidad y todos los niños estaban emocionados porque sabían que Santa Claus vendría a repartir regalos.

Sin embargo, para sorpresa de Iker, Santa Claus se olvidó completamente de su casa. Iker no podía entender cómo alguien tan importante como Santa Claus podría olvidarse de él.

Estaba muy triste y desilusionado, pero decidió no dejar que eso arruinara su espíritu navideño. Decidió tener fe en los Reyes Magos, quienes también traían regalos a los niños buenos. Esa noche, mientras Iker estaba acostado en su cama pensando en lo ocurrido, escuchó un ruido extraño afuera de su ventana.

Se levantó rápidamente y corrió hacia ella para ver qué estaba pasando. Para su sorpresa, vio a tres hombres vestidos con túnicas coloridas montados en camellos. Eran los Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar.

Iker no podía creerlo; ¡habían venido a visitarlo! Los tres hombres sonrieron al ver la emoción en el rostro del niño.

"¡Hola Iker! , hemos oído hablar de tu historia con Santa Claus y queremos asegurarnos de que recibas tu regalo", dijo Melchor con voz amable. Iker no podía contener su alegría y les mostró la carta que había escrito para ellos antes de Navidad. Les explicó cuánto deseaba recibir un juego nuevo para poder jugar con sus amigos.

"No te preocupes, Iker", dijo Gaspar. "Sabemos que Santa Claus se olvidó de ti, pero nosotros estamos aquí para cumplir tu deseo". Los Reyes Magos entraron en la casa de Iker y le pidieron que cerrara los ojos mientras ellos preparaban su regalo.

Iker estaba lleno de emoción y curiosidad por saber qué le habían traído. Cuando finalmente abrió los ojos, vio un hermoso juego de construcción sobre la mesa.

No podía creerlo; era exactamente lo que había pedido en su carta. "¡Muchas gracias, Reyes Magos! ¡Es el mejor regalo que podría haber imaginado!", exclamó Iker emocionado. Melchor, Gaspar y Baltasar sonrieron satisfechos al ver la felicidad en el rostro del niño.

Sabían que habían hecho un buen trabajo al hacer realidad el deseo de Iker. Desde ese día, Iker aprendió una valiosa lección: a veces las cosas no salen como uno espera, pero siempre hay alguien dispuesto a ayudar y hacer realidad nuestros deseos si tenemos fe.

Aprendió a no perder la esperanza cuando las cosas no van como planeamos y a valorar el amor y apoyo de aquellos que nos rodean.

A partir de entonces, cada año durante Navidad, Iker recordaba con cariño esa noche mágica en la que los Reyes Magos llegaron a su casa para hacerle feliz.

Y aunque nunca más volvió a preocuparse por si Santa Claus se olvidaría nuevamente de él, siempre mantuvo viva la ilusión y gratitud hacia esos tres hombres sabios vestidos con túnicas coloridas.

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