La sorpresa de Nandi
Nandi era una chica morocha y vivaz, nacida en Brasil, que amaba las frutas. Su dedicación a la naturaleza y la alegría que le brindaban esas delicias se reflejaban en su enorme sonrisa. Un día, decidió visitar a su amiga Clara, que vivía en el barrio de al lado. Nandi tenía un plan: llevarle una colorida selección de frutas tropicales para compartir juntas.
– ¡Hoy es un gran día! –se dijo Nandi mientras preparaba su mochila.
Se colocó un sombrero de paja y, con la excusa de un hermoso día soleado, llenó su cabeza de frutas, entre ellas piñas, mangos, y bananos. Caminó con alegría hacia la casa de Clara, taac, taac, taac, sonaban las frutas sobre su cabeza, pero la chica tenía tanta energía que ni se inmutaba.
Cuando Nandi llegó a la puerta de Clara, su amiga la recibió con entusiasmo.
– ¡Nandi, qué alegría verte! –exclamó Clara.
Pero cuando Nandi hizo un movimiento para quitarse el sombrero de frutas, se dio cuenta que…
– ¡Ay, no! –gritó, asustada.
Una parte de las frutas se habían caído y esparcido por el suelo, y solo quedaban un par de bananos y una piñita en su cabeza.
– ¿Qué pasó, Nandi? –preguntó Clara, mientras miraba el desastre con sorpresa.
Nandi sintió que se le caía el mundo encima.
– No sé, Clara. ¡Yo tenía tantas frutas! – respondió confundida.
Pero Clara, que siempre encontraba luces en las sombras, le sonrió.
– No importa, Nandi. Lo que importa es la intención, y tenemos suficientes para hacer algo delicioso.
Nandi trató de sonreír, aunque estaba desanimada. ¿Cómo podía tener un buen momento con tan pocas frutas? Pero Clara la ayudó a no rendirse. Juntas comenzaron a recolectar las frutas caídas y, mientras recogían, Clara sugirió hacer un postre.
– ¿Qué tal si hacemos una ensalada de frutas? –propuso Clara.
Nandi, con sus ojos brillantes, respondió:
– ¡Eso suena genial!
Con lo poco que tenían, Nandi y Clara fueron creando cosas divertidas para agregar a su ensalada: miel, yogur y hierbitas frescas del jardín. Nandi no podía creer lo divertido que estaba siendo hacer la ensalada con Clara, y cómo un pequeño contratiempo había abierto la puerta para ser aún más creativas.
Después de un rato, la ensalada de frutas estaba lista. Olía deliciosa y tenía un colorido que atraía a cualquiera. Nandi y Clara disfrutaron juntas del momento, compartiendo risas y historias. La sorpresa de Nandi no solo era la comida, sino la alegría de compartir un buen rato con su amiga.
Al final del día, mientras se sentaban y miraban la puesta de sol, Nandi se dio cuenta de algo importante.
– A veces, los planes no salen como esperamos, pero eso no significa que no podamos disfrutar del camino –dijo, sonriendo a Clara.
La chica morocha entendió que la verdadera sorpresa fue el momento compartido, y que todos los contratiempos pueden transformarse en hermosas aventuras.
Y así fue como Nandi regresó a casa, no solo con una ensalada deliciosa, sino con un corazón lleno de amor y gratitud por haber aprendido a apreciar cada momento, sin importar lo que pase.
Nandi decidió que, sin importar cuántas frutas lleve en la cabeza la próxima vez, siempre encontrará la manera de encontrar alegría con sus amigos.
FIN.