La sorpresa del jardín
Había una vez en un hermoso jardín, dos plantas muy especiales llamadas Pedro y Paula. Pedro era un cactus alto y espinoso, mientras que Paula era una pequeña margarita de colores brillantes.
Pedro y Paula eran muy buenos amigos, siempre jugaban juntos y se cuidaban mutuamente. Pero había algo que los diferenciaba de las demás plantas del jardín: ellos no necesitaban la ayuda de otras plantas para reproducirse. Podían hacerlo por sí mismos.
Un día, mientras paseaban por el jardín, se encontraron con un grupo de mariposas revoloteando alrededor de una flor llamada Rosa. Pedro preguntó curioso: "¿Por qué todas las mariposas están tan emocionadas?"Rosa respondió con alegría: "¡Estoy embarazada! Pronto tendré muchos hijos".
Pedro y Paula se miraron confundidos. No entendían cómo podían tener hijos sin la ayuda de otras plantas o animales. Decidieron buscar respuestas en el sabio árbol del jardín, Don Roberto.
Él tenía muchas hojas grandes y verdes que parecían escuchar atentamente a todos los habitantes del jardín.
Al llegar al árbol, Pedro le preguntó: "Don Roberto, ¿cómo es posible tener hijos sin la ayuda de otros?" El árbol sonrió sabiamente y dijo: "Mis queridos amigos, ustedes tienen la capacidad única de reproducirse asexualmente".
Paula frunció el ceño y preguntó tímidamente: "¿Qué significa eso?" Don Roberto explicó pacientemente: "La reproducción asexual es cuando una planta puede crear una copia exacta de sí misma sin la necesidad de un compañero". Los ojos de Pedro y Paula se abrieron como platos. ¡Eso era increíble! Decidieron intentarlo ellos mismos, pero cada uno a su manera.
Pedro decidió que lo mejor era dejar caer algunas semillas al suelo y esperar a que germinaran. Mientras tanto, Paula pensó en una idea diferente. Ella cortó una pequeña parte de su tallo y la enterró en el suelo.
Pasaron los días y las semanas, hasta que un día, las semillas de Pedro comenzaron a brotar. Pequeños cactus espinosos crecieron alrededor de él, todos iguales a su padre. Estaba muy orgulloso y les enseñaba todo lo que sabía sobre ser un cactus fuerte y resistente.
Por otro lado, Paula vio cómo desde la parte del tallo que había enterrado en el suelo, salió una raíz nueva y luego un pequeño brote verde emergió del suelo. Era otra margarita igualita a ella.
Se sintió feliz porque ahora tenía compañía en el jardín. Con el tiempo, más plantas nacieron gracias a la reproducción asexual de Pedro y Paula. El jardín se llenó de diferentes tipos de plantas con características únicas pero también similares entre sí.
Un día llegó al jardín una niña llamada Lucía. Quedó fascinada con todas las plantas tan especiales que vivían allí. Les preguntó cómo era posible tener tantos colores hermosos en el jardín.
Pedro le explicó: "Lucía, somos capaces de reproducirnos asexualmente, lo que significa que podemos crear copias exactas de nosotros mismos. Pero también es importante recordar que cada uno de nosotros tiene algo especial y único".
Lucía sonrió y dijo: "¡Eso es increíble! Me encanta el jardín porque todas las plantas son diferentes pero se ayudan mutuamente". Pedro, Paula y todas las demás plantas asintieron con alegría.
Desde ese día, Lucía visitaba el jardín todos los días para aprender más sobre la reproducción asexual y disfrutar de la belleza del lugar. Y así, Pedro, Paula y sus amigos vivieron felices en un jardín lleno de diversidad y amor. Y colorín colorado, esta historia de reproducción asexual ha terminado.
FIN.