La sorpresa dulce de Goticus



Había una vez una pequeña gota de agua llamada Goticus que vivía feliz en una nube esponjosa y blanca.

Goticus siempre tenía ganas de aventuras, pero como era tan pequeñita, a veces se sentía un poco insignificante comparada con las otras gotas de agua. Un día, mientras jugaba a saltar por las nubes, Goticus se encontró con su amiga Nubecita. Nubecita era una nube traviesa y siempre estaba dispuesta a hacer travesuras.

"¡Hola Goticus! ¿Qué tal estás hoy?" -dijo Nubecita con una sonrisa pícara. "¡Hola Nubecita! Estoy muy bien, ¡listo para otra aventura!" -respondió Goticus emocionada. Nubecita tenía un plan especial para ese día.

Quería jugarle una broma al sol y necesitaba la ayuda de Goticus. Juntas idearon el plan perfecto: iban a hacer llover chirimoyas sobre el pueblo vecino. Goticus no podía contener su risa solo de imaginar las caras de sorpresa de las personas cuando empezaran a caer chirimoyas del cielo.

Así que ambas comenzaron a formar grandes nubes grises llenas de chirimoyas juguetonas. Cuando todo estuvo listo, Nubecita le dijo a Goticus: "Ahora solo falta que tú te conviertas en lluvia y hagas caer todas estas chirimoyitas".

Goticus miró hacia abajo y vio cómo las personas caminaban tranquilamente por la calle sin saber lo que les esperaba. Con un poco de miedo pero mucha emoción, Goticus se lanzó al vacío y comenzó a caer en forma de lluvia.

Pero algo inesperado sucedió. En lugar de chirimoyas, Goticus empezó a caer en forma de caramelos multicolores. Las personas del pueblo se sorprendieron tanto que no podían creer lo que veían.

"¡Mira mamá, está lloviendo caramelos!" -exclamó un niño con una sonrisa enorme en su rostro. Goticus, confundida y asustada por el cambio inesperado, intentaba explicarles a todos que ella era solo una pequeña gota de agua y no tenía control sobre qué caía del cielo.

"¡No soy yo! ¡Fue Nubecita quien quería hacer llover chirimoyas!" -gritaba Goticus mientras seguía cayendo como caramelos.

La gente del pueblo, lejos de enfadarse o asustarse, decidió disfrutar del espectáculo único y comenzaron a reagarrar los caramelos para compartirlos entre ellos. Todos reían y se divertían bajo la dulce lluvia improvisada. Finalmente, Goticus llegó al suelo convertida completamente en un charco multicolor. La gente se acercó corriendo para verla y quedaron maravillados por su belleza e inocencia.

"Eres la gota más especial que hemos visto jamás", dijo una señora mayor mientras observaba el charco brillante. Goticus sonrió orgullosa aunque seguía sintiéndose un poco desconcertada por lo ocurrido.

Pero aprendió una gran lección: aunque las cosas no salgan como uno espera, siempre puede haber algo maravilloso y sorprendente en cada situación. Desde ese día, Goticus se convirtió en la gota más querida y famosa del pueblo.

Los niños jugaban saltando sobre ella y los adultos la admiraban por su valentía. Y así, Goticus demostró que incluso siendo una pequeña gota de agua, podía hacer grandes cosas y traer alegría a todos con su inocencia y un poco de humor inesperado.

FIN.

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