La Suplente Mágica de Tercer Año
Era un lunes soleado y los niños de tercer año de la escuela primaria N° 5 estaban muy emocionados. Esa mañana, la maestra habitual no podía asistir y se anunció que tendrían a una suplente por unos días. Al principio, los niños creyeron que sería una semana aburrida, pero nada podía estar más lejos de la realidad.
Cuando la campana sonó y entró la nueva maestra, todos se quedaron boquiabiertos. Era Lorena, una mujer con una sonrisa enorme y ojos brillantes que transmitían energía y alegría.
"¡Hola, chicos! Soy Lorena, su nueva suplente. Estoy aquí para aprender juntos y divertirnos. ¿Qué les parece?" dijo con entusiasmo.
Los niños gritaban, llenos de curiosidad.
"¿Vamos a jugar?" preguntó Juan, un niño con rulos que nunca paraba de hablar.
"¡Claro! Pero también vamos a aprender cosas interesantes. Hoy vamos a hablar de los animales del mundo. Vamos a hacer que cada uno elija su animal favorito y luego podrán hacer un dibujo sobre él. Después, lo van a presentar al resto de la clase. Así todos aprenderemos algo nuevo entre todos."
Los niños se miraban emocionados, y no se hicieron esperar. Durante la actividad, los pasillos de la escuela se llenaron de risas y gritos de alegría. Lorena paseaba entre los pupitres, ayudando a los chicos y escuchando sus ideas.
"Yo voy a elegir un león, porque es el rey de la selva" dijo Sofía, otra de las alumnas.
"¡Yo elijo a la ballena porque es enorme y nada a gran velocidad!" comentó Lucas.
Pero de repente, entre tanta emoción, la maestra notó que Mica, una niña tímida que siempre se sentaba en la última fila, permanecía callada. Decidió acercarse a ella.
"¿Y vos, Mica? ¿Cuál es tu animal favorito?" preguntó Lorena con una sonrisa amable.
"No sé... nunca elijo uno porque creo que los otros animales son más interesantes" respondió Mica, mirando al suelo.
"¡Eso no es cierto! Todos los animales tienen algo especial. ¿Por qué no pensás en uno que te guste?" insistió Lorena.
Tras detenerse a pensar, Mica dijo:
"Bueno, me gustan mucho las mariposas porque son lindas y vuelan".
"¡Genial! Las mariposas son creativas y hermosas. Te invito a que dibujes una mariposa y luego podés contarnos por qué te gusta" sugirió Lorena, alentando a la niña.
Esa tarde, durante la presentación, cada niño mostró su trabajo con orgullo. Cuando le llegó el turno a Mica, sorprendentemente, habló con valentía y describió las mariposas.
"Las mariposas son suaves y tienen muchos colores. A veces, las veo en el jardín de mi casa, bebiendo néctar de las flores" dijo con una sonrisa radiante.
Los compañeros aplaudieron con energía y se sintieron orgullosos de haberla escuchado.
Con el paso de los días, Lorena ya había ganado el cariño de sus alumnos. Un día, mientras jugaban en el recreo, se les ocurrió hacer una búsqueda del tesoro.
"¿Qué tal si hacemos un juego? Es una búsqueda del tesoro y tendremos pistas escondidas por el patio. El equipo que encuentre más cosas, ganará un premio especial" propuso Lorena.
Los niños, emocionados, aceptaron al instante y se dividieron en dos equipos. Se les ocurrió que podrían utilizar fuegos artificiales (las imágenes de fuegos artificiales en papel) como parte del tesoro. La competencia comenzó y todo se convirtió en un estallido de risas y gritos.
Tras un rato de búsqueda, encontraron la última pista que decía:
"Donde el viento mece el árbol, encontrarás un regalo especial". Todos corrieron hacia el gran saucesito del patio, donde Lorena había escondido un gran tarro lleno de caramelos.
Al abrirlo, todos estaban felices, y se armó una pequeña fiesta de dulces en el patio. Aquel día culminó con abrazos y risas, y Lorena entendió que había creado un verdadero vínculo con los pequeños.
Sin embargo, el tiempo pasó rápido y el último día de Lorena en la escuela se acercaba. Los niños estaban tristes porque habían aprendido y disfrutado tanto. Aquel día, cuando llegó el momento de despedirse, organizó una pequeña reunión.
"Gracias por haberme recibido en su clase. Cada uno de ustedes es especial de una manera única," dijo Lorena, emocionada. "Siempre recuerden que hay magia en lo que aprenden y que nunca dejen de ser curiosos. ¡Sigan explorando!".
Los niños, con lágrimas en los ojos, respondieron:
"¡Nosotros te vamos a extrañar, Lorena! ¡Eres la mejor suplente del mundo!" gritaron todos juntos.
Y así, la maestra de repuesto se fue con su corazón lleno de amor y gratitud, dejando una huella imborrable en la vida de cada uno de aquellos pequeños. La experiencia los inspiró a ser cada día mejores y a valorar la magia que llevaban dentro.
Lorena no solo fue una suplente; fue un recordatorio de que cada día es una oportunidad para aprender y crecer, y que siempre hay espacio para un poco de diversión en la vida.
FIN.