La taza feliz
Había una vez una taza de café vacía que se encontraba perdida en un frío y solitario lugar cubierto de nieve.
La taza, triste y desolada, lloraba lágrimas de café por no tener a nadie con quien compartir su calidez. Un día, mientras la taza moqueaba entre sollozos, una niña curiosa pasó por allí y escuchó el sonido peculiar que provenía de ella. Al acercarse, vio a la taza llorando y se sintió inmediatamente conmovida por su tristeza.
"¿Por qué estás tan triste?", preguntó la niña con ternura. La taza levantó su asa para secar sus lágrimas y respondió: "Soy solo una taza vacía, sin ningún propósito. Me siento perdida en este lugar frío".
La niña sonrió compasivamente y le dijo: "No te preocupes, amiguita. Yo puedo ser tu compañera". Y así comenzó una hermosa amistad entre la niña y la taza.
A medida que los días pasaban, la relación entre ellos se fortalecía cada vez más. La niña llevaba consigo a la taza a todas partes como si fuera parte de su familia. Juntos jugaban en medio de esa nevada tierra blanca donde parecían estar completamente solos.
Sin embargo, algo extraño comenzó a sucederle a la taza después de un tiempo.
A medida que iba compartiendo momentos felices junto a su nueva amiga, dejó de sentirse vacía por dentro; en cambio, sus lágrimas cambiaron del amargo café a lágrimas de alegría y gratitud. Un día, mientras exploraban el lugar, la niña encontró una tetera abandonada en medio de la nieve. Sin dudarlo, la recogió y decidió llevarla consigo para cuidarla como había hecho con su amiga taza.
Cuando llegaron a casa, la niña colocó agua en la tetera y encendió el fuego. Pronto, el aroma del café llenó el aire y la niña sonrió emocionada al ver que tenía una sorpresa preparada para su querida amiga.
Con mucho cuidado, vertió café caliente en la taza vacía. La taza se estremeció de emoción al sentir cómo su interior se llenaba nuevamente.
Por primera vez en mucho tiempo, se sintió completa y llena de vida gracias a ese líquido oscuro que ahora habitaba dentro de ella. La niña envolvió amorosamente a su amiga con una cobija portos para mantenerla caliente durante las noches frías. Juntas disfrutaban cada sorbo de café mientras compartían historias e ilusiones.
Desde aquel día, la taza ya no era solo una simple taza vacía; ahora era un símbolo poderoso de lo que puede ocurrir cuando alguien encuentra un propósito y alguien más le brinda apoyo incondicional.
Y así fue cómo esta historia inspiradora nos enseña que nunca debemos subestimar el poder del amor y la amistad. Cualquier cosa vacía puede encontrar significado si alguien está dispuesto a compartir momentos especiales junto a ella.
FIN.