La taza mágica de Paola
En un pequeño barrio de una ciudad alegre, vivía una niña llamada Paola. Desde que era muy chiquita, Paola tenía un sueño: quería tener una taza mágica que le pudiera conceder deseos. Su imaginería siempre la llevaba a imaginar lo maravilloso que sería tener un objeto capaz de hacer realidad sus anhelos más profundos. Un día, mientras paseaba por el mercado, le llamó la atención un colorido puesto de tazas.
"¡Mira, una taza con dibujos de estrellas y lunas!" – exclamó Paola, acercándose con curiosidad.
La dueña del puesto, una anciana de pelo plateado, la sonrió de manera misteriosa.
"¿Te gustaría ver una taza muy especial?" – preguntó la anciana.
Paola asintió con entusiasmo, casi sin poder contener la emoción.
La anciana tomó una taza del fondo del puesto. Era de cerámica brillante y parecía brillar con una luz suave.
"Esta es la taza mágica que has estado buscando. Cada vez que la uses, podrás hacer un deseo. Sin embargo, debes tener cuidado con lo que pides" - advirtió la mujer, con una mirada que parecía conocer secretos del universo.
Paola, al escuchar esas palabras, se quedó pensativa. "¡La quiero!" - grita, mientras corre hacia donde su mamá. Su madre, al ver la taza, decidió comprarla.
Desde ese momento, Paola usó la taza mágica cada mañana al desayunar. Un día, con mucha emoción, decidió probarla por primera vez.
"Deseo que hoy sea el mejor día de todos" - pidió Paola, bebiendo de la taza.
De repente, todo comenzó a suceder de un modo maravilloso. Desde el colegio, sus amigos le contaron chistes divertidos, la maestra le elogió su trabajo y hasta ganó un juego de fútbol durante el recreo.
"¡Qué bien! La taza realmente funciona" - pensó Paola, radiante de felicidad.
Sin embargo, al día siguiente, decidió hacer otro deseo:
"Quiero ser la más popular de la escuela".
Pero, en lugar de alegría, se dio cuenta de que empezaron a alejarse de ella muchos de sus amigos.
"¿Por qué no quieren jugar conmigo?" - preguntó preocupada.
"Porque tú no compartes, Paola" - le respondió su amiga Sofía.
Paola sintió un nudo en la garganta.
Entonces, decidió hacer un nuevo deseo:
"Quiero ser una buena amiga".
Durante las siguientes semanas, Paola aprendió que la verdadera amistad no se trata de ser la más popular, sino de ser generosa y compartir.
"¡Vamos a jugar juntas!" - le decía a sus amigos, ofreciendo su ayuda con los deberes y organizando juegos.
Con el tiempo, gracias a su deseo y sus acciones, Paola no solo recuperó la amistad de sus compañeros, sino que se convirtió en un lazo fuerte en su grupo.
Un día, la anciana del puesto apareció nuevamente en el mercado y, al verla, Paola le sonrió y le agradeció:
"Ahora sé que los deseos que importan son los que nacen del corazón".
La anciana le sonrió, satisfecha.
"Recuerda siempre, pequeña, que la verdadera magia está en ti y en lo que decides hacer por los demás".
Desde entonces, aunque Paola disfrutaba de su hermosa taza mágica, también entendió que la verdadera felicidad se cultivaba con bondad, amistad y amor.
Y así, cada golpe de taza no sólo traía un deseo, sino también un recuerdito de la importancia de ser generosa y amable. La taza se convirtió en un símbolo de un gran aprendizaje en su vida.
Y así, Paola vivió siempre rodeada de buenos amigos, compartiendo momentos, risas y, por supuesto, muchas tazas de chocolate caliente y cuentos mágicos.
FIN.