La Telaraña de la Autoaceptación
Había una vez en el bosque un grupo de amigas arañitas. Todas ellas eran expertas tejiendo telarañas, excepto por una pequeña araña llamada Matilde.
A diferencia de las demás, Matilde no sabía cómo tejer y esto la hacía sentir muy triste. Cada día, cuando sus amigas tejían hermosas telarañas para atrapar insectos deliciosos, Matilde se quedaba mirando con envidia.
Sus amigas burlonas le decían cosas como: "¡Eres tan torpe! No sirves para nada", o "¿Por qué no aprendes a hacer algo útil?". El corazón de Matilde se llenaba de tristeza y escondía su rostro entre sus patitas.
Un día, mientras caminaba sola por el bosque buscando algún lugar donde esconderse, Matilde encontró a Don Leopoldo, un viejo y sabio búho que vivía en un árbol hueco. Don Leopoldo era conocido por su gran sabiduría y siempre estaba dispuesto a ayudar. Matilde se acercó tímidamente al búho y le contó todo lo que le pasaba.
Don Leopoldo escuchó atentamente y luego le dijo: "Querida Matilde, cada uno tiene habilidades diferentes. No todos nacemos iguales ni tenemos los mismos dones. Lo importante es valorarte tal como eres".
Estas palabras resonaron fuertemente en el corazón de Matilde. Por primera vez en mucho tiempo, sintió esperanza y ganas de superarse a sí misma. Decidió seguir el consejo del sabio búho y aprender a aceptarse tal como era.
Matilde se dedicó a observar con atención cómo sus amigas tejían las telarañas. Aunque al principio le costaba entenderlo, poco a poco fue aprendiendo los movimientos y técnicas necesarias para tejer una hermosa telaraña.
Un día, cuando Matilde finalmente logró tejer su primera telaraña, sus amigas se acercaron sorprendidas. "-¡Wow, Matilde! ¡Qué hermosa telaraña has hecho!", exclamaron llenas de asombro. Matilde sonrió tímidamente y les dijo: "-Gracias por el apoyo".
Desde ese día, las amigas de Matilde comenzaron a valorarla por su esfuerzo y dedicación. Ya no la molestaban ni la hacían sentir mal. Juntas, disfrutaban de tejer telarañas en el bosque y ayudarse mutuamente cuando alguna tenía dificultades.
La moraleja de esta historia es que todos somos diferentes y tenemos habilidades únicas. No importa si no sabemos hacer algo tan bien como otros, lo importante es intentarlo y superarnos cada día.
Además, debemos ser comprensivos y respetuosos con nuestros compañeros, ya que todos merecemos amor y aceptación tal como somos. Y así fue como Matilde aprendió a superar sus angustias y encontró la felicidad en el corazón del bosque junto a sus verdaderas amigas arañitas.
FIN.