La Teoría de la Puchaina Negra
Era un día soleado en el pequeño pueblo de Colorín Colorado. Todos los niños estaban afuera, disfrutando de la tarde y jugando en los jardines. Entre risas y gritos de amigos, se encontraban Sofía y Tomás, dos grandes amigos que tenían una curiosidad insaciable por los misterios del universo.
"¿Te acordás de la teoría que nos contó el profesor de ciencia sobre la puchaina negra?", preguntó Sofía, mientras recogía una pequeña flor amarilla del suelo.
"Sí, esa teoría misteriosa que dice que las puchainas, esas criaturas que habitan en el bosque, tienen el poder de hacer desaparecer cosas", respondió Tomás, rascándose la cabeza.
"¡Deberíamos investigar eso! ¿Te imaginás el poder de una puchaina tan fuerte?", sugirió Sofía con los ojos brillantes.
Y así, decidieron adentrarse en el bosque cercano, donde los árboles eran altos y los sonidos de la naturaleza los rodeaban. Tras un rato de caminar, encontraron una pequeña cueva oculta entre las hojas.
"Mirá, ¡ahí hay algo!", exclamó Tomás señalando hacia adentro.
"¿Y si es una puchaina? En la teoría decía que eran un poco traviesas", Sofía sonrió enérgicamente.
Ambos entraron más en la cueva y, efectivamente, se encontraron con una criatura adorably diminuta, brillando con colores que nunca habían visto.
"Hola, humanos", dijo la puchaina con una voz melodiosa.
"¡Wau! ¡Habla!", no podían creerlo.
"Así es, soy la Puchaina Negra. He estado observándolos", continuó.
Sofía y Tomás se miraron emocionados.
"¿Es cierto que podés hacer desaparecer cosas?", preguntó Sofía.
"Sí, pero no de la forma en que piensan. No desaparezco objetos para que nunca los encuentren. Más bien, puedo ayudarles a encontrar lo que realmente necesitan en lugar de lo que quieren", explicó la Puchaina.
"Eso suena misterioso. ¿Podrías mostrarnos?", pidió Tomás.
Con una sonrisa en su rostro, la Puchaina agitó sus pequeñas alas, y en un destello de luz, lo que parecía ser una gran caja llena de juguetes desapareció.
"¡No! ¡Mis juguetes!", gritó Tomás.
"No te preocupes. No he hecho que se hayan ido. Simplemente los he llevado a un lugar donde aprenderás a jugar sin estar atado a las cosas materiales", dijo la Puchaina.
Tomás se sintió confundido, pero la curiosidad lo llevó a aceptar.
"¿Puedo aprender a jugar sin mis juguetes?", preguntó.
"Por supuesto. Cada elemento en la naturaleza puede ser usado para crear diversión. Ahora, observá", y la Puchaina llevó a los chicos afuera, donde les enseñó a hacer un juego con hoja, piedras y ramas. Al principio no era fácil, pero con práctica, se dieron cuenta de que los juegos eran incluso más divertidos.
"Esto es justamente lo que necesitaba", dijo Tomás, riendo mientras corría por el campo.
"¡Sí, se siente bien liberar nuestra creatividad!", agregó Sofía.
La puchaina sonrió.
"Y así, dejen de lado lo que ya no necesitan y sigan creando. La vida está llena de posibilidades, sólo hay que saber verlas", les enseñó.
Al final de la tarde, los chicos regresaron a su hogar, llenos de ideas y nuevos juegos. Se despidieron de la Puchaina Negra, agradecidos por la valiosa lección.
"Nunca olvidaré esto", prometió Sofía.
"Tampoco yo", agregó Tomás.
Desde ese día, dejaron de querer todo lo que no necesitaban y aprendieron a divertirse con lo que la naturaleza les ofrecía. Y así, el pueblo de Colorín Colorado siguió lleno de risas y creatividad durante muchos días.
FIN.