La Tienda de Gominolas Estelares
En un pequeño pueblo llamado Dulzilandia, había una peculiar tienda de gominolas que todos los habitantes adoraban. La dueña se llamaba Doña Caramelita, y sus dulces eran los más deliciosos que se puedan imaginar. Pero había algo más: en la parte de atrás de la tienda, había una puerta brillante, decorada con estrellas y planetas, que jamás habían visto abrirse.
Una tarde, Lucas y Sofía, dos amigos intrépidos, decidieron aventurarse a la tienda de gominolas. Allí, el aroma de las nubes de azúcar y los frutillones llenaba el aire.
"¿Probaste alguna vez las gominolas de caramelo?", le preguntó Lucas a Sofía.
"No, pero siempre quise probarlas. Dicen que son mágicas", respondió Sofía con una sonrisa.
Mientras recorrían la tienda, notaron que la puerta trasera se entreabría suavemente. Llenos de curiosidad, se acercaron.
"¿Qué habrá ahí atrás?", preguntó Lucas emocionado.
"No sé, ¡pero debemos descubrirlo!", afirmó Sofía con valentía.
Los dos amigos empujaron la puerta, que chirrió y se abrió de par en par. Ante ellos se extendía un vasto universo, lleno de estrellitas danzantes y planetas de colores vibrantes.
"¡Mirá!", gritó Sofía, apuntando a un planeta giratorio de gominolas.
"¡Es el planeta Dulzor!", exclamó Lucas, recordando lo que la anciana del pueblo les había contado: que existía un lugar lleno de dulces de toda clase.
Sin pensarlo dos veces, los chicos decidieron entrar en el espacio. Al momento, flotaron suavemente como si estuvieran en cero gravedad.
"¡Esto es increíble!", dijo Sofía, girando como un remolino.
De pronto, un pequeño alienígena de color púrpura se acercó nadando en el aire.
"¡Hola! Soy Dulzy, el guardián del planeta Dulzor", dijo el alienígena con una voz chirriante. "Bienvenidos a mi hogar. Aquí las gominolas crecen en los árboles y las nubes son de gelatina. ¿Quieren probar?"
"¡Sí, sí!", respondieron ambos al unísono.
Dulzy los llevó a un árbol gigante, que estaba cubierto de gominolas de todos los sabores.
"Tienen que elegir una", les aconsejó. "Cada sabor tiene una enseñanza especial. El rojo enseña sobre la valentía, el verde sobre la amistad, y el azul sobre la imaginación. ¿Cuál quieren probar?"
Sofía miró a Lucas y dijo:
"Yo quiero el sabor verde, porque siempre estoy ahí para mis amigos."
"Yo elijo el rojo, porque quiero ser valiente como un héroe de verdad", dijo Lucas.
Ambos chicos tomaron sus gominolas y, tras morderlas, comenzaron a sentir cosas especiales. Comenzaron a recordar momentos en los que habían sido valientes o buenos amigos. Rieron, jugaron y compartieron historias.
"Esto es increíble, Dulzy!", exclamó Sofía emocionada. "Las gominolas tienen magia real."
"Así es", dijo Dulzy. "Toda gominola tiene una historia, una enseñanza que puede hacerte crecer."
De repente, una alerta comenzó a sonar por todo el planeta. **Dulzy** se puso serio.
"¡Debo ir a ayudar! Hay un problema en el Valle de la Galleta. A veces, los sabores se descontrolan y los galletas se vuelven agrias. Necesito su ayuda también."
"¿Qué podemos hacer?", preguntó Lucas, sintiendo un gran sentido de responsabilidad.
"Ustedes aprendieron sobre la valentía y la amistad. ¡Usen eso para ayudarme!", pidió Dulzy, mientras ellos se miraban sorprendidos.
Juntos, los tres viajaron hacia el Valle de la Galleta. Al llegar, vieron que las galletas lloraban porque se sentían solas y ácidas.
"No tengan miedo. Estamos aquí para ayudar", dijo Sofía con entonación suave.
"¡Vamos a utilizar nuestros poderes!", exclamó Lucas. "¿Quién quiere probar galleta dulce ahora?"
Poco a poco, los dos amigos recordaron lo importante que era la unión. Usaron sus gominolas especiales para, con dulces palabras de amor y amistad, comenzar a hacer que las galletas volvieran a ser suaves y agradables.
"¡Lo logramos!", gritaron felices.Las galletas sonrieron y se sintieron en paz nuevamente.
"Gracias, amigos. Han traído dulzura a nuestras vidas", dijeron las galletas.
Con su misión cumplida, Dulzy los llevó de regreso a la tienda de gominolas.
"Debo irme a cuidar de mi planeta", dijo Dulzy. "Lleven siempre en su corazón lo que aprendieron aquí: la valentía y la amistad son los mayores poderes de todos."
"¡Gracias, Dulzy!", gritaron Lucas y Sofía mientras la puerta del espacio se cerraba lentamente.
Desde entonces, la tienda de Doña Caramelita se volvió más famosa que nunca, y los amigos siempre volvían para contarles a todos sobre su aventura mágica en el universo de gominolas. La puerta podría quedarse cerrada, pero los recuerdos y las enseñanzas siempre estarían con ellos.
Y así, los niños de Dulzilandia sabían que la verdadera magia no solo estaba en las gominolas, sino también en sus corazones, cuando compartían aventuras y aprendían a ser valientes y solidarios entre ellos, todos los días.
FIN.