La Tormenta Protectora



En un hermoso bosque de la Patagonia vivía Lucio, un pequeño zorro curioso y juguetón. A Lucio le encantaba explorar el bosque, correr entre los árboles y saltar por las rocas.

Pero a veces se sentía solo, ya que no tenía amigos con quien jugar. Un día, mientras Lucio correteaba por el bosque, escuchó unos sonidos extraños que venían de cerca de un arroyo.

Se acercó sigilosamente y vio a unas criaturas pequeñas y peludas jugando en el agua. Eran las siris, unos simpáticos roedores que vivían en madrigueras cerca del arroyo. Lucio se acercó con curiosidad pero las siris al verlo se asustaron y salieron corriendo hacia sus madrigueras.

"¡Esperen! No soy peligroso, solo quiero ser su amigo", les dijo Lucio tratando de calmarlas. Las siris salieron tímidamente de sus madrigueras y miraron a Lucio con recelo. Pero al ver su cola esponjosa y su mirada amigable, empezaron a confiar en él.

"¿Quieren jugar conmigo? Soy Lucio", les preguntó el zorrito emocionado. Las siris se miraron entre ellas y luego asintieron con entusiasmo. Así comenzó una hermosa amistad entre Lucio y las siris.

Jugaron juntos durante horas: corrían por el bosque, trepaban árboles, construían casitas con ramitas y hojas, e incluso cantaban canciones bajo la luz de la luna. Los días pasaban volando entre risas y juegos. Lucio ya no se sentía solo gracias a sus nuevos amigos siris.

Y las siris también estaban felices de tener a alguien tan divertido como compañero de juegos. Pero un día, una tormenta azotó el bosque con fuerza. El arroyo creció tanto que amenazaba con inundar las madrigueras de las siris.

"¡Tenemos que ayudar a nuestras amigas!", exclamó Lucio preocupado. Juntos idearon un plan para desviar el cauce del arroyo lejos de las madrigueras. Trabajaron sin descanso cavando zanjas y colocando piedras para contener el agua.

La lluvia no cesaba pero ellos seguían firmes en su misión de proteger a las siris. Finalmente, después de muchas horas de trabajo duro, lograron desviar el arroyo y salvar las madrigueras de las siris.

Estas quedaron impresionadas por la valentía y determinación de su amigo zorrito. "Gracias por salvarnos", dijeron las siris emocionadas abrazando a Lucio. Desde ese día, la amistad entre Lucio y las siris se hizo aún más fuerte.

Juntos aprendieron que la verdadera amistad va más allá del juego y la diversión; también significa estar ahí cuando los amigos más lo necesitan.

FIN.

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