La tormenta que unió a la granja
Había una vez en un granja muy especial, un montón de pollos que vivían felices picoteando el maíz y correteando por el patio. Eran pollos de todos los colores: blancos, negros, marrones y hasta algunos con plumas moteadas.
Pero entre todos ellos, había un grupo de pollos que no querían a sus hermanos los patitos. Los patitos habían nacido hacía poco tiempo y eran adorables criaturas amarillas con plumitas suaves.
Sin embargo, los pollos no podían soportar la presencia de esos pequeños seres. Decían que eran ruidosos, desordenados y molestos. Así que decidieron ignorar a los patitos y tratarlos mal cada vez que se acercaban.
Un día, mientras los pollos estaban peleando por el mejor lugar para dormir en el gallinero, llegó una tormenta repentina. El viento soplaba fuerte y la lluvia caía sin piedad sobre la granja. Los patitos temblaban de frío y miedo afuera, buscando refugio bajo un árbol.
"¡Por favor hermanos! ¡Déjennos entrar! Tenemos mucho frío y miedo", suplicaban los patitos desde afuera del gallinero. Pero los pollos se negaron rotundamente a dejar entrar a los patitos.
Les decían cosas feas como "No son bienvenidos aquí" o "Deberían buscar otro lugar donde quedarse". Los minutos pasaban y la tormenta arreciaba más fuerte. Los patitos estaban empapados y temblando sin cesar.
Entonces, uno de los pollos más ancianos recordó algo importante: "En tiempos difíciles es cuando más debemos demostrar amor y solidaridad hacia nuestros hermanos". Con estas palabras en mente, decidió abrir la puerta del gallinero para permitirles entrar a resguardarse. Los demás pollos lo miraron sorprendidos al principio, pero luego se dieron cuenta de que tenían razón.
No importaba si eran diferentes o si a veces resultaban molestos; lo importante era ayudarse mutuamente en momentos difíciles.
Así fue como finalmente los patitos pudieron entrar al gallinero y resguardarse de la tormenta junto con sus hermanos los pollos. A partir de ese día, todos aprendieron a convivir en armonía y apoyarse unos a otros sin importar las diferencias que pudieran tener.
Y colorín colorado este cuento ha terminado; donde aprendimos que la verdadera grandeza está en saber mostrar empatía y solidaridad hacia aquellos que nos necesitan.
FIN.