La torre de la amistad


Había una vez en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, un niño llamado Mateo. Mateo era un niño curioso y aventurero que siempre estaba buscando nuevas formas de divertirse.

Un día, mientras Mateo jugaba en el parque del pueblo con su pelota roja favorita, vio a lo lejos a un grupo de niños construyendo algo muy alto con bloques de madera.

Se acercó lentamente para ver qué estaban haciendo y se dio cuenta de que estaban construyendo una torre gigante. Mateo se quedó impresionado por la altura y la belleza de la torre. Se acercó a los niños y les preguntó si podía unirse a ellos para ayudar a terminarla.

"¡Hola! ¿Puedo ayudarlos a construir esa increíble torre?" -preguntó Mateo emocionado. Los niños asintieron con alegría y le dieron algunos bloques para que comenzara a trabajar. Juntos, trabajaron arduamente durante horas, colocando bloque sobre bloque con cuidado y creatividad.

Finalmente, la torre estuvo lista. Era alta, colorida y simplemente espectacular. Los niños se miraron unos a otros con orgullo por su gran trabajo en equipo. "¡Qué genial quedó nuestra torre!" -exclamó uno de los niños.

"Sí, fue increíble cómo trabajamos juntos para lograrlo" -dijo otro niño sonriendo. Mateo estaba feliz de haber sido parte de esa experiencia tan especial. Aprendió que cuando las personas trabajan juntas pueden lograr cosas maravillosas.

Días después, Mateo decidió organizar un evento donde todos los niños del pueblo pudieran participar en la construcción de diferentes estructuras utilizando su creatividad e imaginación. El evento fue todo un éxito y los niños disfrutaron mucho colaborando entre sí para crear obras únicas y sorprendentes.

Al final del día, todos se sintieron felices y satisfechos por haber compartido momentos inolvidables juntos. Desde entonces, Mateo se convirtió en el líder no oficial del grupo de constructores del pueblo.

Siempre recordaba aquel día en el parque cuando descubrió lo grandioso que puede ser trabajar en equipo hacia un objetivo común.

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