La Torta de Cumpleaños de Santi



Era un hermoso día soleado en el barrio de Santi. Este pequeño niño de seis años despertó con una sonrisa enorme en su rostro. Hoy era un día muy especial: ¡el cumpleaños de su mamá!

Santi saltó de la cama y corrió hacia la cocina, donde su mamá ya estaba preparando el desayuno.

"¡Buenos días, mamá! ¡Feliz cumpleaños!" - gritó Santi mientras la abrazaba fuertemente.

"Gracias, mi amor. Eres el mejor" - respondió su mamá con una sonrisa. Pero Santi tenía un plan. Quería sorprenderla con una torta de cumpleaños, así que rápidamente salió de la cocina y se dirigió a la heladera.

"¿Qué ingredientes necesito?" pensó.

Abrió la heladera y vio unos huevos, leche y manteca. Sin pensarlo dos veces, decidió que haría un bizcochuelo. Pero entonces recordó que quería que la torta fuera especial. Así que, como era un gran aventurero, decidió salir a buscar los ingredientes que le faltarían.

Salió a la calle y se dirigió a la feria que estaba a una cuadra. Al llegar, se encontró con Doña Rosa, la vendedora de frutas.

"¡Hola, Santi! ¿Qué deseas hoy?" - le preguntó Doña Rosa.

"¡Hola, Doña Rosa! Voy a hacer una torta para el cumple de mamá. Necesito fresas, ¿tiene?" - dijo Santi con una gran sonrisa.

"Claro que sí, aquí tienes. ¡Que la disfrutes!" - le respondió Doña Rosa mientras le daba una bolsita con fresas rojas y jugosas.

Santi continuó su búsqueda. Siguió caminando y se encontró con su amigo Nico, que vendía nueces.

"¡Hola, Santi! ¿Qué haces?" - preguntó Nico.

"¡Hola, Nico! Estoy haciendo una torta para el cumple de mamá!" - exclamó Santi.

"¡Genial! ¿Te gustaría ponerle nueces? Son deliciosas y crujientes." - sugirió Nico.

"¡Sí, buenísima idea!" - respondió Santi, y compró un saquito de nueces.

Con las fresas y las nueces en su bolsita, Santi corrió de vuelta a casa, lleno de entusiasmo. Cuando llegó, su mamá ya se estaba preparando para salir a hacer unas compras.

"Mamá, ¿puedes ayudarme con algo antes de irte?" - le pidió Santi.

"Claro, querido. ¿Qué necesitas?" - preguntó curiosa.

Santi hizo una cara de misterio y le dijo:

"¡Es una sorpresa!"

Así que su mamá, intrigada, aceptó ayudarlo. Comenzaron a mezclar los ingredientes, pero cuando Santi fue a agregar el azúcar, se dio cuenta de que no había suficiente.

"¡Oh no! ¿Qué hago ahora?" - se preocupó Santi.

"No te preocupes, cariño. Podemos pedirle a la vecina, la señora Marta, que nos preste un poco" - sugirió su mamá, quien sabía que siempre es bueno pedir ayuda.

Santi asintió y juntos fueron a la casa de la señora Marta. Al llegar, tocaron el timbre y la señora Marta apareció con una sonrisa.

"¡Hola, Santi! ¿Necesitas algo?" - preguntó.

"Hola, señora Marta. Estoy haciendo una torta para el cumple de mamá, y no tengo suficiente azúcar. ¿Me podría prestar un poco?" - pidió Santi.

"Por supuesto, querido. ¡Qué bonito gesto! Aquí tienes. Y si necesitas algo más, ya sabes dónde encontrarme" - respondió la señora Marta.

Santiago volvió alegre a casa, y juntos, con chútara y batidor en mano, empezaron a mezclar todos los ingredientes.

A medida que la harina, los huevos, la leche, las fresas y las nueces iban incorporándose, Santi y su mamá reían y disfrutaban del proceso. Cuando terminaron, pusieron la mezcla en un molde y lo metieron en el horno, esperando con ansias que la torta estuviera lista.

Mientras la torta se horneaba, Santi decidió decorar la mesa. Buscó globos y velas que había guardado el año anterior. Cuando la torta por fin estuvo lista, el aroma llenó la casa, y Santi casi no podía contener la emoción.

"¡Mamá, ya está!" - gritó mientras sacaba la torta del horno.

La torta se veía espectacular, con fresas y nueces asomándose en la parte superior. Cuando su mamá entró a la cocina, sus ojos se iluminaron al ver lo que Santi había preparado.

"¡Es hermosa! ¡Me encanta!" - dijo su mamá, emocionada. Santi sonrió orgulloso.

Finalmente, llegó el momento de la celebración. Santi puso la torta en el centro de la mesa, y cuando su mamá entró nuevamente, la casa estaba decorada con globos y velas. Ella no pudo contener las lágrimas de felicidad.

"- ¿Todo esto es para mí?" - preguntó su mamá con la voz entrecortada.

"- Sí, mamá! Te amo, y quería que tu cumpleaños fuera especial", dijo Santi con una sonrisa.

Al final del día, Santi aprendió que la alegría de dar y compartir es lo más importante de todos los cumpleaños. Y su mamá, más que una torta, recibió el amor y esfuerzo de su pequeño, que había hecho todo con mucho cariño.

Fue un cumpleaños que nunca olvidarían.

FIN.

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