La tortuga arcoíris


Can Can observó la raíz con curiosidad. Nunca antes había visto algo así en el campo. Decidió acercarse y examinarla más de cerca. "Hola, ¿qué eres?", preguntó Can Can a la raíz.

"Soy una raíz", respondió la planta. "¿Y tú quién eres?""Soy una tortuga", dijo Can Can orgullosa de sí misma. "¡Qué interesante! Nunca he hablado con una tortuga antes", dijo la raíz con entusiasmo.

Can Can se sintió feliz por haber hecho un nuevo amigo, pero también se sintió un poco triste porque no podía hacer las cosas que hacían sus compañeras de granja. "Me gusta tu caparazón y tus patas largas", dijo la raíz amablemente.

"Eres única y especial". Las palabras de la raíz hicieron que Can Can reflexionara sobre lo que le había dicho. Comenzó a darse cuenta de que ser diferente no era tan malo después de todo.

De hecho, eso es lo que hacía a cada ser vivo único e interesante. Decidió regresar con sus compañeras de granja para contarles sobre su nuevo amigo y compartir lo que había aprendido.

"Chicas, chicas, ¡tengo algo emocionante que contarles!", exclamó Can Can al llegar al corral donde vivían las demás tortugas. Las otras tortugas levantaron sus cabezas y miraron hacia ella expectantes. "He conocido a una nueva amiga hoy: ¡una raíz!", continuó entusiasmada.

Las otras tortugas parecieron perplejas ante esta noticia inusual. "Además", continuó Can Can, "me dijo que soy única y especial con mi caparazón de colores brillantes y mis patas largas.

Y tiene razón, ¡somos todos únicos de nuestra propia manera!"Las otras tortugas comenzaron a sonreír mientras escuchaban a Can Can hablar. Se dieron cuenta de que ella tenía razón. Cada uno de ellos era diferente y eso es lo que los hacía especiales.

Desde ese día en adelante, las tortugas se dieron cuenta de la importancia de aceptarse unos a otros por quienes eran y no juzgarlos por sus diferencias. Y siempre recordarían el mensaje positivo que les enseñó su amiga la raíz: ser diferentes es algo bueno.

Dirección del Cuentito copiada!