La tortuga aventurera


En el patio de mi casa, todos los días se reunían los niños del barrio para jugar y divertirse juntos.

Había una gran variedad de juegos: saltar la soga, treparse a los árboles, jugar al fútbol o simplemente correr sin parar. Un día, mientras jugaban a las escondidas, un niño llamado Lucas se quedó mirando hacia un rincón del patio. Todos notaron su extraña expresión y se acercaron curiosos.

- ¿Qué pasa, Lucas? - preguntó Sofía, la más valiente del grupo. Lucas señaló con timidez hacia el rincón y dijo: "Miren eso". Todos giraron sus cabezas y vieron algo sorprendente: una pequeña tortuga había aparecido en el patio. Era tan adorable que todos quisieron acercarse a ella.

- ¡Es hermosa! - exclamó Martín emocionado. Pero entonces apareció Carla, una niña que siempre quería tener todo bajo su control. - Esa tortuga es mía. Me la encontré primero - dijo con voz desafiante.

Los demás niños no estaban de acuerdo con Carla y comenzaron a discutir sobre quién debería quedarse con la tortuga.

La situación se estaba poniendo tensa hasta que llegó Don Ramón, un vecino amable y sabio que solía pasar por allí para regar las plantas de su jardín.

Don Ramón escuchó atentamente todas las opiniones y luego les dijo:- Chicos, en lugar de discutir sobre quién debe quedarse con la tortuga, ¿por qué no pensamos en cómo cuidarla juntos? Los niños se miraron sorprendidos. Nunca se les había ocurrido esa idea. - Podríamos construirle un pequeño refugio con piedras y ramitas - sugirió Sofía. - Y también podríamos buscar comida para ella, como hojas y frutas - agregó Martín entusiasmado.

Así, todos comenzaron a trabajar en equipo para hacer de ese rincón del patio el hogar perfecto para la tortuga. Juntos, construyeron un refugio acogedor y recolectaron alimentos frescos para ella.

Con el tiempo, los niños descubrieron que la tortuga era muy especial.

Le pusieron de nombre —"Torti"  y se dieron cuenta de que cada uno tenía algo diferente que ofrecerle: Carla le enseñaba a ser paciente, Lucas le enseñaba a apreciar las cosas pequeñas, Sofía le mostraba cómo ser valiente y Martín le enseñaba a divertirse sin parar. A medida que pasaban los días, Torti crecía feliz rodeada del amor y cuidado de sus nuevos amigos.

Los niños aprendieron la importancia de compartir, trabajar en equipo y valorar las diferencias entre ellos. Un día soleado, mientras jugaban en el patio junto a Torti, los niños recibieron una visita inesperada: Don Ramón les entregó una caja llena de huevos de tortuga. - Chicos, estos huevos son hermanitos de Torti.

¿Les gustaría cuidarlos juntos? Los ojos de los niños se iluminaron al escuchar esas palabras. Estaban emocionados por tener más tortugas en su patio.

Desde aquel día, el patio de mi casa se convirtió en un lugar lleno de risas y aventuras junto a Torti y sus hermanitos. Los niños aprendieron que el verdadero valor de la amistad está en compartir, cuidar y aprender juntos, sin importar las diferencias.

Y así, en el patio de mi casa, la ronda infantil se convirtió en una lección de vida para todos los niños del barrio.

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