La Tortuga, el Zorro y la Luna
Había una vez una tortuga llamada Tula, que vivía en un tranquilo lago rodeado de flores y árboles. Tula siempre miraba la luna brillando en el cielo y, con su curiosidad infinita, se preguntaba cómo sería probar un pedacito de ella. "¡Seguro que sabe a lechuga!", pensaba emocionada.
Un día, decidió que tan intrépida idea merecía ayuda. Así que llamó a su amigo, el zorro llamado Zoco. Zoco era conocido por ser astuto y siempre tenía ganas de una aventura.
"¡Hola, Zoco! ¿Te gustaría ayudarme a probar un poco de la luna?" - le dijo Tula con entusiasmo.
"¿La luna? ¡Claro! Me encantaría, aunque estoy seguro de que sabe a carne. ¡Mejor que lechuga!" - respondió Zoco, sacudiendo la cola con emoción.
Sin embargo, después de un rato de pensar, se dieron cuenta de que, siendo tan pequeños, no podían llegar hasta la luna. Tula empezó a sentirse un poco desanimada.
"¿Y ahora qué hacemos?" - preguntó la tortuga, mirando hacia el cielo.
"No te preocupes, Tula. Siempre podemos pedir ayuda a nuestro amigo el elefante, Elfo. Él es muy grande y puede llegar más alto que nosotros" - sugirió Zoco.
Así que juntos, llamaron a Elfo.
"¡Elfo, ven a ayudarnos!" - gritaron al unísono. En poco tiempo, Elfo apareció con su gran trompa y una sonrisa amplia.
"¡Hola, amigos! ¿Qué están planeando?" - preguntó cordialmente.
Después de contarle su idea, Elfo se rió y dijo:
"¡Qué idea tan loca! Pero me encanta. Vamos, ¡yo los ayudaré!"
Los tres amigos comenzaron su aventura. Elfo levantó a Tula en su trompa y Zoco subió a su espalda. Juntos, se dirigieron hacia un claro, donde la luna brillaba más intensamente. Sin embargo, mientras llegaban a ese lugar, se dio un giro inesperado.
Una nube oscura cubrió la luna, borrando su luz. Tula se sintió triste.
"¡No puede ser! ¡Ahora no podremos probarla!" - exclamó.
"Esperemos un poco, quizás la nube se vaya" - sugirió Elfo. Los tres amigos se sentaron y empezaron a charlar, compartiendo historias y risas. En ese momento, Zoco tuvo una idea.
"¿Y si en vez de probarla, buscamos algo que tenga el mismo sabor?" - propuso Zoco.
"Pero, ¿dónde encontraríamos lechuga o carne en este lugar?" - cuestionó Tula.
Elfo, pensativo, miró alrededor y dijo:
"¡Podemos ir al bosque! Hay un huerto cercano donde hay lechuga fresca. También he visto a algunos animales cazando cerca de un arroyo. Así que podríamos buscar algo juntos."
Así, decidieron seguir la búsqueda. En el camino, Tula, Zoco y Elfo aprendieron sobre las plantas, los árboles y los animales del bosque. Tula descubrió que no solo los humanos cultivaban lechugas; muchos seres del bosque usaban los recursos de su entorno de maneras inesperadas.
Finalmente, llegaron al huerto y encontraron hojas frescas de lechuga. Zoco se acercó emocionado.
"¡Mirá lo fresca que es!", gritó. Todos se pusieron a disfrutar de la lechuga.
"Esto está delicioso. Pero de verdad, no sabremos cómo es la luna. Quizás, lo importante no es probarla, sino vivir la experiencia juntos" - reflexionó Tula.
"Sí, y creo que vale más que cualquier alimento" - añadió Elfo mientras todos reían.
Así, aprendieron que la amistad y las vivencias compartidas son mucho más valiosas que probar algo que nunca pudieron obtener. Al caer la noche, la luna apareció nuevamente, y brilló aún más intensamente. Tula sonrió, contenta con su aventura.
"No necesito probar la luna, porque hoy probé la amistad" - dijo Tula con una gran sonrisa.
Desde aquel día, cada vez que miraban la luna juntos, recordaban la valiosa lección que aprendieron y disfrutaban de las historias que se tejían alrededor de sus encuentros.
Así, Tula, Zoco y Elfo siguieron explorando y viviendo aventuras, descubriendo que el mundo está lleno de sorpresas si se tiene compañía.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.