La Tortuga Marina Solitaria


Había una vez, en el hermoso y extenso mar, una tortuga llamada Marina. Marina vivía en las profundidades del océano, rodeada de coloridos peces, algas ondulantes y brillantes corales.

A pesar de tener un hogar tan maravilloso, Marina se sentía muy triste y enojada, ya que no tenía amigos con quien jugar ni compartir su día a día. Cada vez que veía a otros animales marinos juntos, su corazón se entristecía más y más.

Un día, Marina decidió salir en busca de amigos. Nadó por todo el océano, pero nadie parecía estar interesado en ser su amigo. Desde las ágiles mantarrayas hasta los curiosos delfines, todos rechazaban a Marina. Desanimada, decidió regresar a su hogar.

En el camino, se encontró con una sabia tortuga anciana llamada Donatella. Donatella notó la tristeza de Marina y se acercó a ella. -¿Qué te pasa, pequeña? -preguntó Donatella con gentileza.

Marina, entre lágrimas, le contó a Donatella sobre su soledad y su deseo de tener amigos. Donatella le dio un sabio consejo: -A veces, para encontrar amigos, primero debemos aprender a ser amigos de nosotros mismos. El amor propio atrae a otros hacia nosotros.

Marina, confundida, le pidió a Donatella que le enseñara cómo hacerlo. Donatella le dijo que debía empezar por apreciar su propio caparazón y aprender a disfrutar de la belleza que la rodeaba.

Marina siguió el consejo de Donatella y comenzó a observar con detenimiento el maravilloso mundo que la rodeaba: las ondulantes algas, los peces de colores brillantes y la suave caricia de las corrientes marinas. Poco a poco, Marina empezó a sentirse a gusto consigo misma.

Un día, mientras jugaba con un grupo de divertidos cangrejos, conoció a Terry, una tímida estrella de mar que también se sentía sola. Marina decidió acercarse a ella y, recordando las palabras de Donatella, le mostró su amabilidad.

Pronto, Terry y Marina se convirtieron en grandes amigas, compartiendo risas, aventuras y la belleza del mar. Marina aprendió que, al apreciarse a sí misma, había logrado encontrar una amistad genuina. A partir de ese día, Marina ya no se sentía sola ni enojada.

Había descubierto que, al amarse a sí misma, el mundo le ofrecía la posibilidad de encontrar verdaderos amigos. Así, la tortuga Marina vivió feliz, rodeada de amor y amistad en el vasto y hermoso mar.

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