La Tortuga Rescatada



Era un día soleado cuando la familia Pérez decidió hacer una limpieza en el jardín. Mientras jugaban entre las flores, Valentina, la más pequeña de todos, gritó emocionada:

- ¡Miren, miren! ¡Un bebé tortuga! - dijo señalando a una pequeña tortuguita que se asomaba entre la hierba.

Todos se acercaron sorprendidos. La tortuga era de un color verde brillante y tenía un pequeño caparazón que brillaba bajo el sol. Roberto, el papá, se agachó para mirarla de cerca.

- ¡Es una tortuga grande! Quizás se perdió. - dijo mientras la acariciaba suavemente.

- ¿Qué hacemos con ella? - preguntó Tomás, el hermano mayor, con curiosidad.

- Podríamos quedárnosla. - sugirió Ana, la mamá, con una sonrisa.

- Pero no sería justo. - respondió Valentina con una mirada seria. - Ella necesita volver a su casa.

- No sé... - objetó Lucas, el hermano del medio. - Tener una tortuga puede ser divertido. Podemos ponerle un nombre. ¡La llamaremos Toto!

La familia se quedó en silencio por un momento, pensando en las posibilidades.

- Si decidimos quedarnos con Toto, tendríamos que cuidarla y darle un espacio adecuado. Me gustaría aprender a hacerle una casa especial. - argumentó Ana.

- Pero si la liberamos, podrá vivir en su hábitat natural y ser feliz. - dijo Valentina, pegando su naricita al caparazón de la tortuguita.

Roberto pensó durante un rato y dijo:

- Aclaremos un poco la situación. Viajar hasta la costa para liberarla podría ser una gran aventura. ¿Qué opinan?

La idea de un viaje despertó la emoción en todos los rostros.

- ¡SÍ! - gritaron todos a la vez.

- Pero primero hay que averiguar adónde llevarla. - dijo Tomás, sacando su tablet para buscar información. - En la costa hay lugares donde puede vivir feliz.

Esa noche, la familia se sentó junta en el comedor y hablaron sobre la importancia de la naturaleza y del cuidado que debemos tener con los animales. Valentina añadió:

- Todos tenemos que ayudar a Toto a ser libre otra vez.

A la mañana siguiente, se prepararon para la aventura. Llenaron la mochila con comida, agua y, por supuesto, un pequeño tupper para Toto. Tomaron el auto y comenzaron el camino a la costa. Durante el viaje, jugaron, cantaron y contaron historias sobre otros animales que habían ayudado en su vida. En un momento, Valentina preguntó:

- ¿Qué pasaría si Toto no se adapta a la naturaleza? -

- Ella tiene instintos. - explicó su papá. - Y si está sana, debería poder sobrevivir. En nuestro hogar, aunque le ofrecemos nuestro amor, no podrá tener la vida que le corresponde.

Al llegar a la playa, todos estaban ansiosos. Corrieron hacia el mar y vieron que el sol brillaba sobre las olas. Roberto hizo un pequeño círculo en la arena y colocó a Toto en el centro.

- Es momento de decirle adiós. - manifestó Ana con ternura. - Y desearle lo mejor en su nueva aventura.

Valentina se agachó y acarició a Toto por última vez.

- ¡Que tengas una vida maravillosa, Toto! - exclamó con lágrimas en los ojos.

Tomás levantó la mano y dijo:

- Cuando un animal es liberado, todos sus amigos de la playa lo esperan. ¡Que nadar y jugar sea tu felicidad!

Con mucho amor, le dieron un empujoncito a Toto y la tortuga rápidamente se desplazó hacia el agua. Todos miraron expectantes mientras Toto se deslizaba hacia su nuevo hogar.

- ¡Adiós, Toto! - gritaron al unísono.

Al mirar a la tortuga desaparecer entre las olas, la familia sintió que habían tomado la mejor decisión. En aquel momento, comprendieron que el amor también se demuestra dejando ir a quienes más queremos.

Días después, Valentina dijo:

- A veces siento que Toto viene a verme. Cada vez que veo una tortuga en la tele, sonrío, porque sé que es feliz. -

- Yo también. - asintió Lucas.

- Y no olvidemos que hicimos lo correcto. - agregó Tomás.

Así fue como la familia Pérez aprendió que el verdadero amor es cuidar a los demás, incluso si eso significa dejarlos ir. Y cada vez que escuchaban el sonido de las olas, recordaban a su amiga tortuga que, gracias a ellos, era libre.

Y desde ese día, Valentina soñaba con una aventura más: ayudar a otros animales, con la esperanza de que muchos más pudieran vivir felices en la naturaleza, tal como lo hizo Toto.

FIN.

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