La Tortuga Sabia y el Poder de los Buenos Modales
En un tranquilo lago de un bosque verde y fresco, vivía una tortuga llamada Tina. Era amable y lenta, pero también bastante observadora. A Tina le encantaba pasar sus días tomando el sol y charlando con sus amigos: el pato Pipo, la ardilla Susi y el conejo Roco.
Un día, mientras Tina disfrutaba de una agradable tarde, escuchó gritos y pelotudeces. Curiosa, se acercó y vio a Pipo, Susi y Roco discutiendo furiosamente. Los tres, al mismo tiempo, se decían cosas desagradables.
- ¡Sos un pato tonto, Pipo! - gritó Roco, haciendo una mueca.
- ¡Y vos sos un conejo miedoso! - respondió Pipo, con aire ofendido.
- ¡Dejá de hacerte el importante, Susi! - se quejó Roco, señalando con su patita.
Tina, al ver la disputa, decidió intervenir.
- Chicos, ¿qué está pasando? ¿Por qué se pelean? - preguntó, acercándose lentamente.
Pipo, todavía enojado, dijo:
- Susi me insultó porque no quise jugar a su juego.
- ¡Yo solo dije que no sabía jugar! - replicó Susi, con los ojos abiertos.
- ¡No importa! Es solo un juego - agregó Roco, frunciendo el ceño.
Sin embargo, Tina sabía que ver a sus amigos peleando la ponía triste.
- Chicos, ¿alguna vez se detuvieron a pensar en cómo se sienten esos insultos? - preguntó, alzando una ceja.
- La verdad, no - admitió Susi, un poco avergonzada.
- Yo tampoco - respondió Pipo.
Tina sonrió, pues ese era el momento perfecto para hablarles sobre buenos modales.
- ¿Qué les parece si les enseño a comunicarse de una manera más amable? - propuso.
Los amigos la miraron intrigados.
- ¿Y cómo lo harías? - inquirió Roco.
- Con un juego. ¡Vamos a practicar! - dijo Tina con entusiasmo.
Entonces, Tina organizó un juego llamado "Palabras Amables". Cada vez que uno decía algo negativo, debía hacer una voltereta (lo que significaba que estaba rompiendo la regla). Al principio, fue complicado para todos, pero se divirtieron y aprendieron a decir cosas buenas.
- ¡Está bien, Roco! Eres rápido y ágil - dijo Pipo, mientras hacía una voltereta.
- Gracias, Pipo. Y vos sos un gran nadador - dijo Roco, relajándose.
- ¡Eso es! - exclamó Tina, aplaudiendo.
- ¡Susi, tus saltos son increíbles! - añadió, emocionado.
- Gracias, amigos - respondió Susi, sonriendo.
Poco a poco, los amigos empezaron a notar un cambio en ellos mismos. Hablaban con más respeto y admiración. Ya no había gritos ni insultos en el aire; solo buenos deseos y sonrisas.
- ¡Esto es divertido! - exclamó Susi.
- Sí, me gusta más así - asintió Pipo.
Sin embargo, un día, mientras jugaban como de costumbre, apareció un grupo de ranas que hicieron todo lo posible para interrumpir su diversión.
- ¿Por qué están tan felices? ¡Son unos tontos jugando a ser amables! - croó una rana, riéndose de ellos.
Los amigos se miraron entre sí, inseguros.
- No sé si quiero seguir si nos están diciendo eso - murmuró Roco, abochornado.
- No podemos dejar que nos afecten - dijo Tina, firme.
- Solo hay que seguir siendo amables, independientemente de lo que piensen los demás - agregó Susi, recuperando su confianza.
Así, decidieron continuar con su juego y, más aún, le enseñaron a las ranas que ser amable es fundamental.
- ¿Por qué no se suman a nuestro juego? - invitó Pipo, por primera vez siendo el más valiente.
- ¡Hay lugar para todos! - añadió Roco, extendiendo una patita hacia ellos.
Las ranas, un poco sorprendidas por la bondad de los amigos, aceptaron la invitación y pronto se unieron a sus risas.
- ¡Nunca pensé que jugar a ser amable fuese tan divertido! - admitió una de las ranas, mientras todos reían en armonía.
A partir de ese día, el lago se llenó de alegría y buenos modales. No solo los amigos de Tina se volvieron más amables, sino que también las ranas aprendieron a disfrutar de la amistad.
La tortuga Tina se convirtió en la protagonista del lago, enseñando a todos que los buenos modales no solo transforman las palabras, sino también los corazones.
Y así, siempre que el sol brillaba sobre el lago, los amigos jugaban, reían y compartían palabras amables, creando un lugar donde la amistad y el respeto florecían más que nunca.
FIN.