La Tortuga Valiente


Había una vez una tortuga llamada Can Can. Era diferente a las demás tortugas, ya que tenía un caparazón con manchas de colores brillantes y un par de patas más cortas que las demás.

Un día, mientras caminaba por el bosque, se encontró con su amigo el conejo. - ¡Hola Can Can! ¿Cómo estás hoy? -preguntó el conejo. - Hola amigo, estoy triste porque todos me miran raro por mi caparazón y mis patas cortitas -respondió la tortuga.

- No te preocupes amiga, eres especial y eso es lo que te hace única.

Yo también soy diferente a los demás conejos porque tengo unas orejas más grandes, pero eso no me impide ser feliz -dijo el conejo animándola. Can Can sonrió gracias a las palabras del conejo y juntos decidieron ir al lago para refrescarse. Al llegar al lago vieron a un grupo de animales jugando en la orilla.

Había leones, tigres, cebras y hasta jirafas. - ¡Miren quién llegó! La tortuga can can -se burló uno de los leones-. Con ese caparazón tan feo parece que siempre está disfrazada para carnaval.

Los demás animales empezaron a reírse también y la pobre Can Can se sintió muy mal. De repente, escucharon unos gritos desesperados desde el otro lado del lago. Un pequeño ratón estaba siendo arrastrado hacia las profundidades del agua por una corriente fuerte.

Sin pensarlo dos veces, Can Can saltó al agua para salvarlo sin importarle su caparazón ni sus patas cortitas. Con mucho esfuerzo, logró llegar hasta el ratón y lo llevó de vuelta a la orilla. - ¡Gracias por salvarme! Eres una heroína -dijo el ratón agradecido.

Los demás animales se quedaron impresionados por la valentía y determinación de Can Can, y se acercaron para felicitarla. - Perdónanos Can Can, nos dimos cuenta que estábamos equivocados al burlarnos de ti.

Eres una tortuga muy especial y admirable -se disculpó el león. A partir de ese día, todos los animales del bosque respetaron a Can Can por su valor y coraje.

La tortuga aprendió que lo importante no era cómo lucía o qué tan diferentes eran sus patas, sino lo que tenía en su corazón.

Desde entonces, cada vez que alguien se burlaba de ella o la criticaba por ser diferente, recordaba lo feliz que se sentía al haber salvado al pequeño ratón y cómo había ganado el respeto de todos los animales del bosque gracias a su valentía.

Y así fue como la tortuga Can Can entendió que ser diferente no era algo malo, sino todo lo contrario: era lo que la hacía única e irrepetible en este mundo.

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