La Tortuga y la Luna



Era un hermoso día soleado en el bosque. La tortuga Lila, siempre curiosa y llena de ganas de explorar, levantó la mirada hacia el cielo y vio la luna brillando.

"- ¡Oh, cómo me gustaría probar la luna!", exclamó Lila.

"- ¿Probar la luna?", se preguntó su amigo el zorro Simón, que pasaba por allí. "- Yo siempre pensé que la luna sabía a carne. ¿Qué te hace pensar que sabe a lechuga?"

"- No sé, pero cuando la miro, mi imaginación vuela y me parece que sabe a algo crujiente y fresco como la lechuga. ¿No te gustaría probarla?" dijo Lila entusiasmada.

Simón sonrió, pero al ver que Lila era tan pequeña, se sintió un poco preocupado. "- Lila, no creo que podamos llegar a la luna. Es muy alta y nosotros somos muy chiquititos".

Lila, determinada como siempre, expresó: "- ¡Eso no importa! ¡Con un poco de trabajo en equipo, quizás lo logremos!".

"- ¡Está bien! ¿Qué propones?" dijo Simón, intrigado.

"- Subite a mi espalda y intentemos llegar juntos!" sugirió Lila. Simón saltó a su espalda y, juntos, comenzaron a caminar hacia el claro más alto del bosque, donde podrían saltar más alto.

Al llegar al claro, Lila levantó la cabeza y dijo: "- ¡Desde aquí se ve la luna más cerca! ¡Vamos!" Simón, lleno de emoción, respondió: "- ¡Esto va a ser divertido!".

Lila se concentro y, con todas sus fuerzas, comenzó a saltar. Pero, aunque saltó muy alto, la luna seguía lejana.

Al caer, un par de pájaros cayeron del árbol cercano y se acercaron a ver qué sucedía.

"- ¿Qué les pasa, amigos?" preguntó un loro curioso.

"- Queremos llegar a la luna para probarla, pero no podemos", respondió Simón.

"- ¡Yo puedo ayudar!", dijo el loro. "- Juntos podemos hacer algo increíble. Fuera de mi experiencia, la luna sabe a música y a sueños!"

"- ¡Eso suena genial!" dijo Lila, y se le iluminó el rostro. "- ¿Cómo podemos hacer para llegar?"

"- ¡Hagamos una cadena de amigos!", sugirió el loro. "- Todos los animales del bosque nos ayudarán a llegar más alto!"

Así empezaron a llamar a más amigos: la rana que salta alto; el ciervo que corre veloz; y el búho que vuela alto y sabe muchas cosas.

Cada uno trajo algo especial. La rana les dio un impulso con sus saltos, el ciervo, con su fuerza, les empujó hacia arriba. Y el búho los guió con su sabiduría, diciéndoles cuándo saltar al unísono.

Con cada salto, la luna se veía más y más cerca. Pero a pesar de sus esfuerzos, aún no podían alcanzarla. Sin embargo, Lila seguía entusiasmada, así que sugirió: "- Tal vez no debamos alcanzarla. ¿Y si simplemente bailamos bajo su luz?".

Todos se miraron y se rieron. "- ¡Esa es una gran idea!" dijo Simón.

Así que empezaron a bailar y a cantar, disfrutando de la luz de la luna. Lila miró a su alrededor y vio a todos sus amigos sonriendo. Se dio cuenta de que aunque no habían llegado a la luna, habían creado algo aún más especial: una noche de risas, baile y amistad.

De repente, Lila miró la luna y dijo: "- ¡Tal vez no sabe a lechuga ni a carne, pero sabe a alegría!". Simón agregó: "- ¡Y sabe a aventura! La luna es increíble, pero lo mejor es compartir momentos con nuestros amigos".

Desde aquel día, Lila no solo miraba la luna con curiosidad, sino que cada vez que la veía, recordaba esa noche mágica y lo que verdaderamente importa: los amigos y las aventuras que comparten en el camino.

FIN.

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