La travesía de Rebeca y el hada mágica
Había una vez en un pintoresco pueblo llamado Villa Arcoiris, una niña llamada Rebeca que siempre tenía la costumbre de decir groserías. A pesar de ser muy simpática y divertida, a veces sus palabras podían lastimar a los demás.
Un día, Rebeca decidió salir a explorar el bosque que rodeaba el lago del pueblo. Rebeca caminaba entre los árboles cantando alegremente cuando de repente se encontró con un hada mágica. El hada le dijo: "Hola, querida Rebeca.
Veo que tienes un corazón puro pero tus palabras pueden herir a otros. Te daré una oportunidad para cambiar tu actitud". Rebeca se sintió sorprendida y emocionada al mismo tiempo.
El hada la llevó hasta el borde del lago y le mostró su reflejo en el agua. Lo que antes era solo agua ahora se había convertido en un espejo mágico donde Rebeca podía ver sus acciones. "¿Qué ves en el espejo?" -preguntó el hada.
"Veo mis groserías y cómo lastiman a los demás" -respondió tristemente Rebeca.
El hada le dijo: "Para romper este hechizo, deberás encontrar tres tesoros escondidos en el bosque: una flor de pureza, una piedra de bondad y una hogaza de pan dorado". Rebeca aceptó el desafío y se adentró en el bosque. En su búsqueda, conoció a diferentes criaturas mágicas que la ayudaron a encontrar los tesoros.
La flor de pureza crecía en lo más alto de un roble centenario, la piedra de bondad brillaba bajo la luz de la luna llena y la hogaza de pan dorado estaba custodiada por un duende travieso. Después de superar varias pruebas y desafíos, Rebeca logró reunir los tres tesoros mágicos.
Al regresar al lago, el hada le indicó que colocara cada tesoro sobre su reflejo en el agua mientras pronunciaba palabras amables y llenas de amor.
Al hacerlo, algo increíble sucedió: las aguas del lago comenzaron a brillar intensamente y un arcoiris apareció sobre ellas formando un puente hacia la otra orilla. "¡Lo lograste, querida Rebeca! Ahora puedes cruzar hacia una nueva etapa llena de amor y bondad" -dijo emocionada el hada.
Rebeca atravesó el arcoiris con lágrimas en los ojos pero esta vez eran lágrimas de felicidad y gratitud por haber aprendido una valiosa lección.
Desde ese día, nunca más volvió a decir groserías sino que llenaba su corazón con palabras dulces y amables para alegrar a todos los habitantes de Villa Arcoiris.
Y así fue como Rebecase convirtió no solo en la niña más querida del pueblo sino también en ejemplo para todos aquellos que necesitaban recordar lo importante que es hablar con amor y respeto hacia los demás.
FIN.