la travesía de Tomas y Mateo
Había una vez, en lo más profundo de la selva, un niño llamado Tomas que vivía en una cueva llena de tesoros antiguos recolectados por faraones.
Esta cueva estaba escondida detrás de una cascada mágica que brillaba con destellos dorados cuando el sol la alcanzaba. A pesar de tener todo tipo de riquezas a su alrededor, Tomas se sentía solo porque no tenía amigos con quien compartir sus juegos y travesuras.
Un día, decidido a explorar el mundo más allá de la cascada, Tomas escapó de la cueva y se aventuró por la selva. Mientras caminaba entre los árboles frondosos, escuchó risas y cantos provenientes de un barco pirata que estaba anclado en un río cercano.
Intrigado, se acercó sigilosamente y descubrió a un niño pirata llamado Mateo jugando alegremente en cubierta. - ¡Hola! Soy Tomas. ¿Puedo jugar contigo? -preguntó timidamente el niño.
Mateo lo miró sorprendido al principio, pero luego sonrió y dijo: "¡Claro! Siempre es divertido hacer nuevos amigos". Desde ese momento, Tomas y Mateo se convirtieron en inseparables compañeros de aventuras. Juntos exploraron islas desconocidas, buscaron tesoros escondidos y desafiaron peligros junto a su tripulación pirata.
A través de sus travesuras, aprendieron el valor de la amistad, el trabajo en equipo y la importancia de ser valientes incluso frente a los desafíos más difíciles.
Sin embargo, un día mientras navegaban por aguas turbulentas, una tormenta amenazadora se levantó repentinamente y puso en peligro al barco pirata. El viento soplaba fuerte y las olas golpeaban con fuerza contra la embarcación. En medio del caos, Mateo cayó al agua y luchaba por mantenerse a flote.
- ¡Mateo! ¡Agárrate fuerte! ¡Ya voy por ti! -gritó Tomas valientemente mientras saltaba al mar para rescatar a su amigo. Con determinación y coraje, Tomas logró llegar hasta Mateo y juntos nadaron con todas sus fuerzas hacia la seguridad del barco naufragado.
La tripulación los recibió con alegría al ver que estaban sanos y salvos. Después de esa experiencia emocionante, Tomas y Mateo comprendieron que la verdadera riqueza no radicaba en tesoros materiales sino en los momentos compartidos con quienes queremos.
Aprendieron que la amistad verdadera puede superar cualquier adversidad y que juntos podían enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en su camino.
Y así, entre risas y abrazos sinceros, Tomas y Mateo continuaron surcando los mares en busca de nuevas aventuras sabiendo que tenían un tesoro invaluable: el uno al otro como amigos para siempre.
FIN.